Las ediciones del “Degré 41” o “Latitud 41” (41º), obra personal de Iliá Zdanevich, alias Iliazd (Tbilissi, 1894- París,1975), fueron, entre los años 1921 y 1974, libros sin encuadernar, sin ni siquiera coser además de libros intonsos. Poésie de mots inconnus (París, 1949), uno de los libros de artista más representativos de este sello editorial, una antología de la “poesía fonética” del siglo XX compilada por el propio Zdanevich, mantiene este partis pris antiligatorio: el cuerpo del libro está formado por hojas sueltas que se doblan en cuatro. No se le pase por la cabeza, puntilloso encuadernador, guillotinar los cortes: cercenaría las hojas. Sobre la cubierta pergaminácea, en vez del título, leemos la advertencia "Ne coupez pas mes pages", “No corte mis páginas”.
Iliazd la llama a mise en garde: ¿advertencia terminante? ¿ruego implorante?, es decir, "por favor, le ruego que no corte mis páginas". ¿Por qué este aviso "menor" en un lugar tan destacado? Seguramente, para enfatizar la condición de libro-objeto del artefacto ¿Por qué el título de este libro no está (?), como es de rigor, en la cubierta del paralelepípedo? ¿Es esto cierto del todo? Me atrevo a conjeturar que el argumento de este libro ha sido aludido por la viñeta de Georges Ribemont-Dessaignes que vemos en la figura de arriba encima de la advertencia. Sutil ironía dadá, la lira desvencijada en cuyo centro late un corazón alude probablemente a los aires sonoros que destilan los versos "bruitistas" de Hugo Ball, los "poemas para gritar y bailar" de Pierre Albert-Birot, las palabras inventados por Nicolas Beaudouin, las letras sin sentido de los poemas-affiche de Raoul Hausmann, la música verbal de Michel Seuphor…Como en el Ulises de Joyce (estamos en el centenario), aquí se reproduce el flujo de la vida en su aspecto fónico, la "poesía al borde de la música" de Ezra Pound: no hace falta saber descifrar el texto para sentir la grandeza de su música. Vean la partitura:
Hoja cuatripartita de Poésie de mots inconnus con poema de Michel Seuphor adornado por Léopold Survage
¿Cómo manipular este libro? Las hojas, que van sueltas, para ser vistas y leídas han de ser desplegadas una a una. Terminada su lecto-contemplación, habrán de ser replegadas, dos acciones que sugieren una cadencia que convoca un tempo lento. Desplegar y replegar no son acciones rápidas o mecánicas. La mano ha de “pensar”. También sentir el grano, gramaje, formato, color y márgenes del papel, que aquí es un "Île de France" enamorado de la tinta del verso y de los grabados que recibe con amorosa solicitud. Durante el tiempo que duran estas operaciones de desvelamiento, el ojo queda impresionado por una belleza inédita hasta entonces escondida, no vista y repentinamente emergente. En la imagen de abajo una litografía obra de Fernand Léger (cuarto superior derecho) responde a las "Berceuses pour Chalva", de Iliazd (1944), evocadas tipográficamente con un alfabeto de letras dispuestas en cuatro columnas paralelas (arriba izquierda), de vocales distribuidas en cuatro cuadrados (abajo izquierda) y de tres triángulos hendidos de vocales y consonantes (abajo derecha). El alargamiento de los sonidos durante el recitado de esta nana para infantes, que el autor, tierno padre, dedica a su querida hija Chalva, ha sido evocado con la forma alargada de la figura.
Hoja cuatripartita con poema-nana de Iliazd ilustrado por Fernand Léger
La “puesta en página” de Poésie des mots inconnus, espacio abierto a la creación artística, casi siempre respeta una estructura de cuatro rectángulos en cuya superficie un cuarto se reserva para la imagen y los tres cuatros restantes para la poesía. La tipografía es un "Baton europa" en mayúsculas sin puntos ni comas, sin acentos, una fuente sobria, desnuda y sin florituras que potencia la visibilidad del poema dando primacía a su cualidad fonética en detrimento de su semántica. El centro de gravedad de las palabras reside en su sentido; el lenguaje poético cree, en cambio, que este centro de gravedad está en los sonidos. Una tipografía pertinente para un libro que quiere dar a conocer lo mejor de la "poesía fonética" de la primera mitad del siglo XX y servir de soporte al zaum, una lengua abstrusa inventada en los años 1919 y 1920 por los artistas del futurismo ruso, "una lengua compuesta por palabras desprovistas de significado en las cuales sólo podemos encontrar, apenas visibles, huellas de raíces verbales, un lenguaje que los futuristas consideraron "del más allá", que sólo opera con elementos de la palabra que son instrumentos para entender las cosas que se encuentran más allá de las fronteras de la razón y que permiten expresarse a nuestra alma", sonidos cuyos significados sólo pueden ser deducidos si los comparamos con fonemas de la lengua rusa, de la lengua yuruba de Nigeria, con los balbuceos de un bebé, con gritos, con cacofónicos sonidos salidos de oscuras oquedades guturales que parecen rumores del inconsciente. Pura glosolalia.
Desplegadas las hojas, lo primero que hay que hacer es leer el poema, después ver la imagen que lo acompaña antes de comparar lo leído con lo visto para percatarnos de las correspondencias poesía fonética-imagen grabada. ¿"Libro diálogo”, según la acuñación de Ives Peyré? Probablemente no. El ilustrador, antes que ornar, antes que "dialogar" con la poesía, la manifiesta, hace emerger una preexistencia, actualiza un orden prelógico latente: los versos del poeta vistos por los ojos del pintor: los versos creacionistas de Vicente Huidobro de su libro Altazor salen a flote en el aguatinta de líneas sutiles y negro intenso obra de Alberto Magnelli. En la imagen de abajo, las manchas flotantes rojas y azules de la litografía de Joan Miró sobrevuelan, como si fueran cometas suspendidas en el éter, los versos de Tristan Tzara dando vida plástica y alegría desenfadada a su festivo poema dadá "Toto-vaca".
En la página de Poésie de mots inconnus dedicada a Kroutchenykh, ornada con un aguafuerte del escultor Giacometti, cada verso se repite una línea escasa más abajo, casi pegada a la que le precede, de la que parece ser una reverberación provocando un efecto de "temblor" tipográfico para reproducir la vibración sonora, el estremecimiento, que debe provocar en el lector el recitado de un poema en lengua zaum, sensación de trepidación a la que responden plásticamente las dos gráciles figuras de Giacometti. Figuras filiformes para un verso que es un hilo de voz.
Poésie des mots inconnus no sólo debe ser recordado como el mejor testimonio de la diatriba que, en el París de la posguerra, entre los años 1946 y 1950, enfrentó a Iliazd con el insolente grupo letrista de Isidore Isou. También como la demostración de las aportaciones que podía hacer a las artes del libro lo que entonces se llamó "poesía fonética" y años después recibió el nombre de “poesía visual” (en la España del siglo XX, entre otros, Julio Campal, Joan Brossa, Fernando Millán).
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