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La Librería Bardón de Madrid

La Librería Bardón de Madrid es un  punto de referencia obligado para  los aficionados a los libros antiguos de Madrid.  La fundó en 1947 Luis Bardón López (1897- 1964) en la plaza de San Martín, próxima al Monasterio de las Descalzas Reales, y desde sus inicios se llamó  « Librería para bibliófilos ». Puede leerse este nombre en la fachada del establecimiento, si bien  hoy el  nombre comercial es simplemente  « Librería Bardón ». Se ha querido con ello dejar clara la naturaleza familiar del negocio. Como en otras actividades, entre los libreros la familia desempeña un papel crucial en la transmisión de saberes y habilidades. Éstas  perviven en el tiempo  porque pasan  de padres a hijos.  En muchas sagas libreras  los  valores de la satisfacción interior y el compromiso del « trabajo por el trabajo » han predominado sobre el protagonismo de sus miembros dando lugar a excelentes resultados. Los Bardón son  una de estas típicas dinastías libreras madrileñas, como los Vindel, los Blázquez, los  Porrúa, los Rodríguez (Estalisnao, su nieta María Victoria) y  los Miranda.
Tras iniciarse  en su infancia en la Travesía del Arenal con Gabriel Molina Navarro, Luis Bardón López (1908-1964) se independizó  y fundó la suya propia. A su muerte,  acaecida en 1964, con solo 56 años, heredó su negocio su hijo Luis Bardón Mesa (nacido en 1933). Él ha llevado la empresa y labrado su fama durante varias décadas, pero hoy, retirado del trabajo,   se han hecho cargo de ella  dos  de sus hijas, Alicia y Belén Bardón  Iglesias « Ellas son hoy las propietarias y directoras de la librería » . Otra de las  hijas de Bardón, Susana, ha fundado en Madrid, en la calle Ayala,  en 2003, su  propia empresa librera, su « Estudio Bibliográfico », con un stock reducido bastante seleccionado.

Luis Bardón López (1908-1964), fundador de la "Libreria para bibliófilos"
Don Luis Bardón Mesa es institución y memoria viva dentro de  la librería española de la segunda mitad del siglo XX.  Me  ha dado cita en  una calurosa mañana de junio. Me abre  la puerta con amabilidad. Entro en el recinto. Tras el  primer impacto de las paredes tapizadas por completo por los lomos  de los  libros,  me hace pasar al  ámbito más recogido y pulcro  de su despacho personal, una cripta de libros ordenada e impoluta.
            « Son –me dice- más de sesenta años dedicados al comercio del libro antiguo ». Bardón es un  hombre canoso, menudo, atildado, de conversación  y mirada vivaz y expresión directa. A la enorme crisis que hoy castiga al sector, él opone unas virtudes poco habituales: el trabajo, la honradez y unos vastos conocimientos bibliográficos. Nada  más empezar nuestra conversación me confiesa su amor por la lectura. « Uno de mis primeros recuerdos, en plena guerra civil, son los tomos de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós en la edición de Hernando ». Como tantos otros niños de la guerra, Luis Bardón no pudo ir al colegio hasta el año 1940 y  recibió sus primeras letras de su padre. Recuerda con agrado sus lecturas  de  Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas.
-“Corren hoy malos tiempos para las revista sobre libros, -me advierte-. Es relativamente fácil publicar un primer número. Lo difícil viene después: mantenerlas vivas. Hay pocos lectores y no es sencillo encontrar apoyos económicos”.  Bardón  sabe de lo que habla. En los años 1950 su padre puso  en pie  una colección de libros titulada Biblioteca del Exlibrista de la que aparecieron nueve volúmenes numerados y nominados (la tirada no sobrepasó los 150 ejemplares) y una revista de exlibrismo de la que  se llegaron a publicar 20 números. 
-« Mi padre era un gran aficionado a los ex libris. A su muerte dejó  una colección de más de 50.000. Fue uno de los fundadores de la Asociación de Exlibristas Ibéricos junto con el  Conde Colombí, Catasús, Ignacio Melgar y Adolfo Rupérez. A su muerte El Conde de Colombí disolvió la asociación » .
Los Bardón son una de las típicas sagas libreras madrileñas
-«Considero un deber para  todo librero  -prosigue- editar obras de bibliografía que aporten  algo a la profesión ». Aquí el trabajo de la librería ha sido ingente. Hablamos de los catálogos y   escuchándole   me viene a la memoria lo que escribió Rodríguez  Moñino, que   fue   amigo y contertulio de su padre: « los catálogos de librería son poderosísimos instrumentos bibliográficos, más útiles mientras más antiguos, puesto que nos conservan la memoria de libros en gran parte hoy desaparecidos, nos ilustran sobre los anales de la tipografía y nos dan provechosas enseñanzas sobre el desarrollo  del comercio”. El bibliógrafo extremeño estudió los de Ramírez de Prado, Arce, Francisco Manuel de Mena, Salvá, Hidalgo, Vindel, Palau y Gustavo Gili.   Recuerdo también las palabras de Azorín: " Los catálogos tienen un encanto especial. Se pueden leer por el principio, por el fin o por el medio. No es preciso que guardemos orden en su lectura. Un  catálogo es la obra más espléndida de la imaginación. Los catálogos  más admirables son los de libros. Quien ame apasionadamente los libros encontrará en un catálogo, a cada paso, motivos de sorpresa, de asombro, de codicia, de pasmo y de admiración”.  Nada, pues,  de la aridez ni ranciedad antañona que hoy muchos les atribuyen. Ahí están los que hizo  Murillo a finales del siglo XIX, y después los de Pedro Vindel, Barbazán, Porrúa y tantos otros bibliopolas españoles. Sabemos que este punto de vista hoy  tiene  pocos  defensores .
-« Hasta hace muy poco los  catálogos impresos en papel–corrobora don Luis- han sido  el  motor principal para que una librería se moviera a partir de su función primordial : despertar el interés de los bibliófilos. Hoy ya no es así. Los portales de Internet prácticamente los  han sustituido y la mayoría de los que hacen las librerías son digitales Hoy los catálogos tradicionales no son rentables, la producción y sobre todo  distribución son muy costosas  y apenas hay afición por el libro antiguo. Nuestra librería saca cada vez menos, principalmente para  las ferias del libro antiguo a las que asistimos en París, Nueva York y Londres ».

Los  catálogos son en todo caso, le señalo,  el acta notarial  donde queda reflejada la vida comercial e intelectual de una librería. Por lo demás, creo que el pesimismo de mi entrevistado está más que justificado. Hablamos sobre la necesidad de catálogos temáticos, poco usuales en España. Su padre editó algunos excelentes de  autógrafos reales, Libros de Horas,  incunables e impresiones del siglo XVI , ninguno que fuera estrictamente temático. Guillermo Blázquez y Rafael Berrocal, otros de los veteranos libreros anticuarios madrileños de referencia,  han seguido también editándolos.
¿Tiene esta librería alguna especialidad? «  Esta librería –me responde Bardón- está especializada  en libros antiguos, entendiendo por ello los que  van desde los primeros incunables del siglo XV  hasta los libros del  siglo XIX ». Hecha esta advertencia -estamos ante un enfoque que define con claridad meridiana el concepto tradicional  del libro antiguo y al   genuino librero anticuario-,  mi entrevistado deja claro empero la vocación cervantista de la librería y la suya propia. « Astrana Marín, que venía mucho por aquí  y que escribió  una  famosa biografía de Cervantes, me contagió su amor por el autor del Persiles».
Menéndez y Pelayo, sabio cervantista 
-« Me considero –sigue- un librero muy cervantino.  Estuve tres años comprando ediciones del Quijote en España, en Estado Unidos, donde fuera....  Aprovechando el 400 aniversario  de la publicación, en 1605, de la primera parte del Quijote en la imprenta de Juan de la Cuesta,  editamos tres catálogos maravillosos. El primero,  de diciembre de 2004, dedicado  exclusivamente a ediciones del Quijote (155  distintas, con prólogo de Arturo Pérez Reverte). El segundo, de Noviembre de 2005, con 100 ejemplares de otras ediciones del Quijote no incluidas en el primero y otras obras cervantinas. Y el tercero,  de  abril de 2006, titulado Locura por los libros. Cervantes lector,  fruto de más de dos años de intenso trabajo, es un catálogo  bastante original que  trata de reconstruir lo que pudo haber sido la biblioteca de Cervantes,  las lecturas que pudieron inspirarle para gestar su obra magna.  Una obra de referencia que rompe moldes.  Son 115 entradas de  ediciones contemporáneas a Cervantes, es decir, impresiones anteriores a 1616 , lo que los franceses llaman un   catalogue raisonné  con una descripción  pormenorizada que tiene la particularidad de contener  comentarios de cervantistas como Menéndez Pelayo, Armando Cotarelo o Astrana Marín ».  Bardón compró la biblioteca de Armando Cotarelo Valledor con su fondo histórico.
Este catálogo contiene citas de Cervantes sobre cada una de las obras incluidas. Señalo a Bardón que esta agrupación de libros ha de servir seguramente para explicar al  comprador lo que Américo Castro llamó La ideología de Cervantes. « Es una obra personal de mi hija Alicia- sigue- y hemos vendido el 90 %   de la tirada: un éxito no solo  en  España, sino también en Inglaterra ».
Don Quijote enfrascado en la lectura, dibujo de Jean-Honnoré
 Fragonnard, 1780.  El lector-imitador se transforma en 
caballero andante.

























      Oyendo hablar así  a  Luis  Bardón me viene a la memoria el libro de Edward Baker (el lector-imitador  se transforma en caballero andante)  o  los que nos cuenta Daniel Eisenberg.  Pienso en las  lecturas caballerescas en  las que se enfrascó el hidalgo castellano, en la habitación  de su  casa destinada a los libros. Ante nosotros  el Amadís de Gaula en versión de Garci Rodríguez de Montalvo, Las Sergas de Esplandiú, el Amadís de Grecia, Don Olivante de Laura, Florismarte de Hircania, el Caballero Platir, Espejo de Caballerías, Palmerín de Oliva, Palmerín de Inglaterra, Don Belianís y Tirante el Blanco en su traducción castellana impresa en Valladolid en 1511. Tras  los libros de caballería,  los  de pastores y a su cabeza la Diana de Montemayor, después la  Diana enamorada, de Gaspar Gil Polo, la Fortuna de Amor, de Antonio Lofraso. A continuación,  la poesía lírica con   los libros de Pedro Padilla, el Cancionero de López de Maldonado y la poesía  épica de la época: La Auracana de Ercilla, La Austriada y el Monserrate. A la vista de esta locura por los libros,  pienso que su adquisición  debió suponer para el hidalgo  no solo un esfuerzo heroico-burlesco, como la mayor parte  de sus  andanzas como  caballero  andante, sino también una empresa heroica a secas, porque don Quijote poseía pocos medios materiales pero era un bibliómano de categoría y paro en pensar también que  esta  misma conclusión podría  extenderse a la colección quijotesca reunida por don Luis Bardón, cuyo esfuerzo por reunir esta biblioteca debió hacerse también  con tesón y  grandes esfuerzos de la voluntad.
Pasamos a otros temas, a la historia de la librería. Hablamos  de su fundador.  « Mi padre reunió desde 1946 un fondo excepcional ».  ¿Cómo lo logró en una etapa tan difícil en todos los aspectos? « Con trabajo, honradez, dedicación, inteligencia y don de gentes »-sentencia Don  Luis.
¿Los bibliófilos ? Sin ellos no existiría el  comercio librero.  Bardón destaca al  « príncipe de los bibliófilos españoles », Antonio Rodríguez Moñino,  amigo y contertulio de su padre, la persona que  le inculcó el amor por  Cervantes. « A don Antonio  le traté mucho hasta su prematura muerte acaecida en 1970 ». Moniño aconsejó a Bardón la reimpresión  facsímil del Catálogo de la Biblioteca del Marqués de Jérez de los Caballeros, de 1898, rarísimo, una obra que venía  precedida de una biografía del Marqués escrita por el erudito extremeño donde  se describen  las negociaciones que desembocaron en  la compra de su  biblioteca por  Mr. Huntington en 1900. España  perdió  unos fondos valiosísimos.  En 1968 Bardón editó  otro  libro de Moñino del cual hoy se siente orgulloso, La imprenta de Antonio Sancha, en una tirada de  500 ejemplares realizada en Valencia por Vicente Soler. Se agotó enseguida : contenía  una extensa biografía de Antonio Sancha, se describían más  de 500 obras editadas entre 1771 y 1790. « La catalogación se hizo con los ejemplares a la vista, pero desgraciadamente Moñino falleció poco  después y lo sentí mucho pues esto me impidió seguir editando sus trabajos ».


Antonio Rodríguez Moñino
Por  la tertulia  de Luis Bardón comparecía también   el catedrático de literatura española Joaquín Entrambasaguas, « lengua viperina, enemigo acérrrimo de Rodríguez Moñino, sospecho que por motivos políticos,    gran   especialista en el Siglo de Oro y experto en Lope de Vega.  No consentía que nadie hablara en su presencia del « Fénix de los Ingenios ».
Joaquín Entrambasaguas poseía
 la mejor biblioteca española de 
primeras ediciones de Lope de Vega
« Tambien conocí a Miguel Herrero García, padre del político  Miguel Herrero de Miñón : era el director de la revista Bibliografía Hispánica y un  gran coleccionista de sermonarios, una colección que su hijo ha incrementado. Nosotros le  guardábamos todos los sermones que caían en nuestras manos ».  El   estilo arcaico y exacto de la retórica de    este exparlamentario tuvo seguramente  mucho que ver con este conocimiento teórico de arte oratorio.

Interior de la Librería Bardón 
« Más  recientemente  ha visitado  la librería el profesor de literatura Francisco Rico ». Pienso en lo provechoso que puede resultar para un librero cervantista  una conversación con quien  ha revisado más de un centenar de originales de imprenta del Quijote para  detectar  las transformaciones del   manuscrito de Cervantes en su paso por la imprenta. Pienso en la sagacidad de la persona capaz de distinguir el  texto  cervantino tal y como lo redactó  el amanuense  de la copia en limpio caligrafiada por un copista que le impuso normas del todo ausentes en los manuscritos del autor. Pienso en el gran conocedor  de  los detalles sobre la composición del Quijote en el taller de Juan de la Cuesta, en el estudioso de las  variaciones que experimentó el título de la obra y de las alteraciones gramaticales y léxicas a manos de correctores y componedores.  La frecuentación de esos dos conocedores de nuestra literatura áurea que son Pedro Cátedra (« ya no viene », dice Bardón) y Víctor Infantes, también amigos  personales de Bardón, completa la lista de   clientes eruditos de la  librería que  han estimulado su gusto  por  los libros del Renacimiento y el Siglo de Oro.
« Estos eruditos que entraban en la  librería  han sido mis maestros en bibliografía y  bibliofilia» -confiesa don Luis.. « Ahora, en cambio, –apostilla- las personas que vienen por aquí ya  no saben nada del  tema bibliofílico ». Está claro que este trato con los eruditos del libro es  también para el librero un factor orientativo acerca de los complejos problemas que plantea  la tasación de los  libros antiguos: si Francisco Rico o Simón Díaz (fallecido hace poco) valoran una edición de Quijote por encima de las demás por razones filológicas, si Aurora Ejido hace lo propio con una edición del Criticón, sus juicios influyen a la larga sobre la valoración que hacen los  bibliófilos y por supuesto sobre la de los libreros. Al menos así debería de ser.
-« Vicente Castañeda –continúa-, otro de los sabios  que frecuentaba la librería, era  especialista en encuadernaciones, pero quien más me ha enseñado sobre estos asuntos bibliopégicos  ha sido sin duda Antolín Palomino. Castañeda escribió  un   libro sobre los encuadernadores españoles  que le editó mi  padre (es el Diccionario de encuadernadores españoles). Formó una gran biblioteca con encuadernaciones antiguas. La guerra civil le afectó muchísimo, le arruinó  y en 1939  no tuvo más remedio que venderla (o mejor malvenderla) al  Duque de Alba. Entonces, se hizo un catálogo mecanografiado de sus encuadernaciones  de tirada muy corta, unos cinco ejemplares. Pero  después don Vicente, que estaba infectado por el virus del coleccionismo, empezó a juntar  una segunda biblioteca, esta vez   solo de  manuales de artes y oficios, y se los daba a encuadernar   a los que él consideraba mejores encuadernadores del momento. Esta selecta biblioteca ligatoria  fue comprada después por  Bartolomé March y en ella  había varios Panaderos y algún que otro Brugalla ».
Antolín Palomino


¿Como era  Palomino ? –le pregunto. « En materia de encuadernación él era el maestro y yo el  discípulo.  Me llevó a Barcelona y allí conocí  a Emilio  Brugalla. Palomino era hiperbólico, muy generoso, tuve el privilegio de verle trabajar, algo inusual en una persona que a menudo ha sido acusada de secretismo. Era generoso,  extremoso en sus relaciones con los demás, un personaje desaforado ». Sobre él se cuentan mil   anecdotas, pero no hay  una biografía rigurosa. « Un día de invierno -cuenta don Luis-,  a la  salida de un  restaurante  de la Gran Vía, le pidió limosna  una mujer aterida de  frío. Palomino, nuevo San Martín, ni corto ni perezoso, se quitó su abrigo y se lo puso encima de los hombros » Otro día un pobre  le pidió  limosna a la salida de un bar. Antolín se metió la mano en el bolsillo. Sacó una moneda, creo que un doblón de oro, cosa nada rara pues era numísmata, y se la dio  al mendigo que salió corriendo por si por si acaso se la reclamaban ». Tenía grandes virtudes, pero  no se le podía llevar la contraria:« Con Palomino –resume Bardón-  el trato era  por las nubes o por los suelos 


Bardón tiene  también palabras de recuerdo para Emilio Brugalla. Conserva cartas del encuadernador barcelonés, de quien dice que « era más político  que Palomino, sus palabras rezumaban eso que muchos llaman  el bon seny catalán ». Le considera «  el número uno de la encuadernación española".   « Se fue a Francia y de allí trajo un estilo cosmopolita que es lo que le diferencia del casticista  Palomino, que poco  o nada se dejó influir  por las modas foráneas. Se apreciaban entre sí  pero entre los dos también había rivalidad. Emilio Brugalla era la exactitud personificada, la buena ejecución, el academicismo, el dominio de los hierros. Palomino era la genialidad, pero era demasiado barroco para el siglo XX.   Brugalla no fue  un creador   excesivamente original, pero sí un excelente  ejecutante. Su  hijo, Santiago,  sí que ha sido  mucho  más artista  y algunas de las encuadernaciones atribuidas a su padre son en realidad obra de Santiago.   A los Galván de Cádiz, que completan el triunvirato de los grandes de la encuadernación hispana del siglo XX, también les hice algunos encargos ».
            
Emilio Brugalla



Pasamos a hablar de Ramón Gómez Herrera, otro de encuadernadores españoles  innovadores:  «Es autor de   mosaicos, sin dorados ni plancha de oro para expresarse con entera libertad figurativa y soslayar las dificultades  del dorado; un virtuoso de los diseños figurativos, un retratista  de la palabra, sabe reflejar con su imagen  el carácter del libro: ha creado herramientas para sus fines. También autor de diseños inspirados en la pintura abstracta ».
Encuadernación de Ramón Gómez Herrera de la colección  Bardón
Pido después a Bardón que me hable del encuadernador albaceteño José Panadero. « Era –me dice- un hombre extraño, taciturno y de pocas palabras ». Don Luis me saca un trabajo que hizo para su padre : « pintaba el pergamino, era más decorador de encuadernaciones que ejecutante de cuerpos de obra, pergeñador de un estilo  muy personal », « nadie puede olvidar el  drama de su suicidio en plena juventud, se dice que causado por un  desengaño amoroso ».  

Encuadernación de José Panadero de la colección  Bardón
Aún está por hacer la historia de la librería española del siglo XX, pero  Luis Bardón puede dar  datos útiles a los historiadores.   Me habla de  Pedro y Victoria Vindel, « una señora con gafas,  grandona, de gran vozarrón,  casi  más grande que la librería que regentaba. Era seria e intimidante  pero  con un gran corazón. Recuerdo lo que me dijo  el día de la inauguración de esta  librería en 1947 : «¿como te has metido en esto?,   pero si ya no hay libros que vender». Cree que el mejor de su época fue Enrique Montero, con su librería en el Callejón de Preciados. También evoca a Gabriel Molina Navarro (1863-1926),  para quien trabajó Luis Bardón López  en  librería en la Travesía del Arenal.  A su muerte dirigieron  su establecimiento Julián Barbazán (1897-1969) y después el propio Luis Bardón López. Evoca también a  Estanislao Rodríguez, con  librería en calle san Bernardo, a Cayo de Miguel , que trabajó con Manuel Hontañón, y  a José Pedro Vindel con librería en la calle del Prado
Bardón  tiene también palabras de recuerdo para  el bibliófilo-librero Roque Pidal y Bernaldo  de Quirós,  autor del  catálogo Venta de una biblioteca particular y de otros de su librería   Vetusta y  cuyos mejores libros –nos dice Julián Barbazán en sus Memorias- fueron a parar en 1920 a la  biblioteca de la universidad de Oviedo. « Don Roque y sus doce hermanos –me dice- eran dueños proindiviso del Códice del Mío Cid ». « Lo guardaba  en   un armario que imitaba un castillo medieval con puente levadizo. Cuando tenía diez años, mi padre me llevó a verlo y me obligó a aprenderme de memoria unas frases con las que yo debía demostrar mis conocimientos sobre este documento». «Era tan buen  bibliófilo como excelente negociante. Murió ya bastante mayor de una  comilona».
Entre los escritores que frecuentaron la librería estaba Camilo José Cela. « Yo había leído a los veinte años su Viaje a la Alcarria. La primera vez que entró en la librería le dije « su cara me es concida » - « Conocer  mi cara –me respondió el premio Nobel- es de cultura general » .
Tierno Galván  fue otro de los frecuentadores de la 
« Librería para bibliófilos »  amigos personales de Bardón « Yo comía con él un día a la semana, venía a la librería  y conversábamos, nunca de política: le gustaba hablar de  los libros  del Siglo de Oro, sobre todo  de los de su especialidad, de manuales  de teoría política del siglo XVII y de  libros didácticos y  de formación de príncipes. Hoy muchos le  recuerdan sobre todo  como  autor  de unos bandos festivos, publicados en 1985, y le asocian con  ciertos gestos en sintonía   con la  jovialidad explosiva de  la recién estrenada democracia. Pocos leen, en cambio, sus escritos   sobre el tacitismo español, sus ensayos sobre Hobbes,  Marx y  Besteiro.   « Tierno compraba libros  del  pensamiento político ». 
-« Compartíamos nuestra común admiración por Galdós »- prosigue Bardón- . « El  viejo profesor era una persona reposada, muy correcta, siempre dispuesta a  ponerse a la altura de su interlocutor, un hombre de tacto exquisito, siempre  con chaleco, discreto. He hablado  mucho con él y con su hijo. Su conversación, como su prosa, era persuasiva, de enorme  claridad en el razonamiento,  con una gran habilidad para extraer significados políticos   de fenómenos sociales muy limitados, como la tertulia, en la que se permitía no solo una velada ironía, sino también una desembocadura ideológica que buscaba condenar sociedades absolutistas  o acostumbradas al poder de los pocos ». Son los  rasgos de su  pensamiento que leemos en su  Sociología y situación (1955), Introducción a la sociología (1960)  o en sus trabajos sobre  neopositivismo lógico.
            
Enrique Tierno, bibliófilo y lector
En estas sus conversaciones libreras debía quedar claro –deduzco de lo que me cuenta don Luis- el  amor de Tierno  por la mayéutica: creía en la tertulia   como un modo de convivencia entre los españoles, la entendía como un grupo vocacional, no ocupacional, que opina y enjuicia  los temas desde un conocimiento insuficiente pero apoyándose en una  intuición certera, es decir, la consideraba lo  contrario a la Academia, que fue  el resultado del proceso de rigidez que padeció la fluidez y espontaneidad de la mentalidad renacentista.  Tengo la impresión de que en esta conversación  hemos adoptado, sin saberlo, los puntos de vista del antiguo alcalde de Madrid.  Charlamos en lúdico y controlado batiburrillo.  Saltamos  de un tema a otro. Derivamos  de repente hacia la  decadencia del arte de la encuadernación. « Apenas hay coleccionistas: no vendo  ni compro libros por sus encuadernaciones, prefiero gastarme el dinero en la renovación de los fondos,  salvo que surja una pieza extraordinaria. Me conformo  con lo que tengo ». Constato que no es poco: abanicos sobre Cartas ejecutorias,  telas ricas recamadas, tafiletes con pointillés, dentelles, encuadernaciones  de Francisco  Tubella,  Gabriel de Sancha para Guías de Forasteros y  de Antonio Suárez, decoraciones art nouveau de Marius Michel, de Cuzin, trabajos de Panadero, Emilio Brugalla, Palominio, Bonet, Galván, Ramón Gómez, Rocío Santa Cruz,  Ana Ruiz-Larrea, María Josefa Crespi. No tiene, pero Bardón conoce bien, lo que se cuece entre la última encuadernación española: Giménez Burgos, Fernández Argenta, Zigor Anguiano, Guadalupe Roldán, Obradoiro Penumbra, admira los ensamblajes de piezas en las encuadernaturas de Andrés Pérez Sierra (hace unos años este encuadernador madrileño le hizo una entrevista) y hace encargos al  taller de encuadernación artesanal de Urueña. Bardón es uno de los grandes coleccionistas españoles de encuadernaciones.

Encuadernación de Paul Bonet, el llamado "diseño irradiante", de la colección Bardón. Fotografía de Luis Bardón Iglesias.
Bardón ha comprado y vendido muchos libros a bibliófilos y libreros españoles. Ha comprado las bibliotecas del Dr. Thebussen (una parte)  y la del Duque de Montpensier, en Sanlúcar de Barrameda, y confiesa que no pudo comprar la de Gregorio Marañón ni la de Peeters Fontainas. 


El Doctor Thebussen: Bardón compró una parte de su  biblioteca.
También  ha comprado en América  Ha vendido mucho  a la   biblioteca de la Universidad de Oklaoma, menos en   Francia (donde trató con Blaizot y Landarchet) . « Hoy –me dice- las bibliotecas americanas me  han dejado de comprar ». Pienso que con la crisis la quimera de una España cosmopolita, que en la realidad ha resultado ser un castizo producto de la picaresca, se deshace y con ella el ascetismo  de antaño, la  ética del esfuerzo y del sacrificio de tantos libreros españoles  se ha trocado en una mera pobreza mediterránea, pues  aquí no hemos alcanzado la cabeza de Europa, como se nos prometió no hace tanto, sino que nos hemos ganado el derecho de no ser expulsados de la cola. En los próximos años, el  esfuerzo de tantos libreros  españoles no será premiado con las recompensas que han recibido en  otros países con más solera capitalista que el nuestro, sino posiblemente  con una humilde supervivencia. Una injusticia. Deportes y turismo  serán los beneficiarios  de la Marca España mientras que, si no lo remediamos,   la librería quedará  relegada a una ubicación suburbial. Tenemos que terminar. Pido a Bardón una conclusión.
Luis Bardón en su despacho, Madrid, 2014.

-«Llevo más de sesenta años en esta librería, aquí mismo donde usted me ve ahora. Puedo decirle que para mí no hay nada como el mundo de los libros: en ellos está todo,  el pasado, el presente y el porvenir,  y si queremos conservar la cultura siempre tendrá que haber librerías y bibliotecas. Frente a los e-books y la cultura virtual, quiero hacer una defensa del libro como realidad física. En sus clases en la Universidad,   el catedrático de literatura española  Antonio Prieto enseñaba  a sus alumnos libros  antiguos reales para que los jóvenes  los vieran, para que supieran como son, para que tengan presente su  entidad física. La informática nos está haciendo olvidar todo esto ». Le recuerdo  las palabras de Miquel y Planas : « El libro es un todo completo donde se reúne un elemento espiritual, que es la obra literaria fruto del pensamiento, y un elemento material, que es el libro como obra tangible ». La cultura virtual soslaya  esta tangibilidad, el aspecto  volumine que tiene todo libro, su apariencia de magnitud física y cuerpo material que se corresponde a la función  de los optima leibnizianos: máximo de contenido en el mínimo de volumen,  decenas de metros de papel impreso encerradas en la porción variable de metro cúbico que es el volumen todas cuyas páginas están maravillosamente disponibles, la volumetricidad rotunda del « cubo de papel con hojas » (Borges dixit). El trabajo e iniciativas en pro del libro antiguo y algunas de las palabras que don Luis Bardón ha pronunciado en esta  conversación  nos ayudan a recordarlo.


Comentarios

  1. Me llamo Ana.Siento lo mismo.Lucho por inculcar en mis hijos el amor por los libros, que fueron mi fuente, mi salvavidas en tiempos muy dificiles, mis amigos, mis viajes que no hacía, gracias a ellos soy lo que soy. Pero hay que luchar por su supervivencia.Por qué tenemos vitrinas con incunables cuyo valor no se puede medir y no protegemos los libros de hace medio siglo, un siglo. ¿Sólo lo que tiene 500 años tiene un valor? Son nuestra esencia.LLegará algun día en que los museos no albergarán sólo pinturas....

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  2. Buen post, estoy pensando en obtener un titulo en esta web https://cursos2021.com/c-cursos-de-auxiliar-de-biblioteca-y-centros-de-documentacion-2021 con el curso de auxiliar de biblioteca y centros de documentación, pero antes quiero saber si alguien que haya estudiado me indica que tal es el curso.

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