Bodoni vehicula a Cicerón |
“For every man alone thinks ha hath got/To be a Phoenix”, “Todo hombre en soledad piensa de sí que es un Ave Fénix”. Los versos de John Donne describen al artista que, renaciendo de entre sus cenizas, cabalga a hombros de gigantes que ya fueron. “La encuadernación de arte (también) avanza dando pasos hacia atrás”, según el conocido oxímoron de Charles Nodier. El desprecio del mundo moderno llevó a muchos encuadernadores del siglo XIX a la imitación de los estilos del pasado (el de Grolier, Canevari, Maioli...). Las cosas cambian, sin embargo, al doblar el siglo XX: entre 1890 y 1910 Marius Michel introduce sobre las cubiertas de los libros un lujuriante decorado alegórico (flore ornamentale); desde 1920-1930, Pierre Legrain y Rose Adler aceleran el punto de inflexión hacia las vanguardias. Francia, una vez más, es el escenario. ¿Qué pasa mientras tanto en España? En 1921 Emilio Brugalla (1901-1987), seguramente el encuadernador más influyente del siglo XX en la península, viaja a París y trae a Barcelona los diseños de Capé, Duru, Trautz y Bauzonnet: sobre la arqueología modernista de la Renaixença, sobre Alsina Munné, su mejor maestro, los pastiches, un arte horrorosamente bastardo, decorados académicos, poco originales y orteguianamente deshumanizados,que hacen las delicias de la burguesía autóctona. A la calle Aribau número 7 llegan los encargos de Ricard Geist y demás comitentes de la A.B.B. Años después, Santiago Brugalla Aurignac, hijo y delfín de Emilio, mejor educado en las vanguardias que su progenitor, ve el mundo con “los ojos de Picasso” (fig. abajo) pero también con con los del Informalismo catalán, con los de Miró y Tàpies.
¿Qué ocurre mientras tanto en la encuadernación industrial hispana? La editorial Aguilar, nacida en los años 1930, milagrosamente supérstite tras la guerra civil, queda anclada en una “encuadernación de gusto franquista” (Jaime Salinas). En 1923, el editor tuejano crea el llamado “Formato Joya” (fig 2): reducción del tamaño de los volúmenes, encuadernación de lujo, tirada limitada, elevado precio, tapas de elegante y tersa piel decorada con estampaciones doradas a plancha inspiradas en un diseño (fig.3) que, en la segunda mitad del siglo XVIII, había popularizado el encuadernador francés Jean-Claude Bozerien (1762-1840). María Blas apunta la posibilidad de que fuera el encuadernador de arte Antolín Palomino Olalla quien, resucitando este prestigioso modelo neoclásico, aconsejara a Manuel Aguilar su traslación en los años 1940 a la producción tailorista española con los resultados que aquí abajo vemos.
Fig 2
Es la quintaesencia del neoclasicismo ligatorio, bebe en el Estilo Imperio que, como es sabido, había recuperado al final del XVIII el arte clásico tardío (el de Vitrubio). Todo muy al gusto de la estética romana y triunfalista del primer franquismo: al ministro filonazi Ramón Serrano Súñer, a la sazón bibliófilo y amigo personal de Palomino, le debió encantar: líneas puras, arte geométrico, en realidad más cerca de Mussolini que de Albert Speer: tapas con losange central inscrito en rectángulo decorado con diseño reticular, lomo liso dividido en compartimentos, tres de ellos cuajados con la misma retícula de las cubiertas, nombre del autor, título del libro... Antolín, que había trabajado también para otro bibliófilo, Blas Pérez González, ministro de Gobernación del gobierno del General Franco desde 1942, se autoatribuye este diseño en un artículo de enero de 1941 aparecido en número 40 de Vértice, Revista de la Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Es el neoclasicismo de Winckelmann, cuyo paradigma, como es sabido, no era tanto Virgilio y Cicerón, su estética suave y refinada, como la noble simplicidad y serena grandeza de Homero, Sófocles y Platón, la fuerza austera y sencilla del "espíritu de Esquilo", la mitología monumental encarnada en el orden dórico griego sin basa resucitado en Paestum, la “noble sencillez” que habían defendido, entre 1760 y 1820, Friedich August Wolf, Barthold George Niebuhr y Karlo Otftied Müller.
Fig. 3 Encuadernación de Jean-Claude Bozerien
El libro neoclásico, como la arquitectura -leemos en Hugh Honour-, presenta una apariencia unitaria, tiene contornos claros, es pura geometría especulativa; por dentro, una composición tipográfica armónica y limpia “a lo Bodoni”, simplicidad (Einfachheid) (fig. 1)... Jean-Claude Bozerien, Antoine Chaumont y Fréderick Rosa; en España Pascual Carsí y Vidal, Gabriel Gómez Martín, Antonio Suárez y Santiago Martín y otros encuadernadores bebieron, seguramente sin saberlo, en lo que podemos llamar “modelo del modelo”, la encuadernación copta, esto es, en las formas primitivas del arte egipcio cristianizado. Orígenes ilustres y antañones, eterno retorno... Este diseño “neo-neoclásico” (valga la cacofonía) resalta las cualidades volumétricas del códice incorporando á son insu los primeros vestigios del arte de la encuadernación, los que Jean Doresse y Mina Todo descubrieron sobre las tapas de manuscritos hallados en Chernoboskion, Hamouli y Nag Hammadi(fig. abajo).
Fog 4. Encuadernaciones coptas
La encuadernacion de Aguilar, por lo antedicho, un trabajo de coherencia histórica absoluta, a fuer de vista, sin embargo, hoy no impresiona a casi nadie. Tampoco la elegancia de sus doublures (fig. abajo), una cita encubierta de Jean-Luc Boyet (relieur du Roy, siglo XVII), cuya belleza sólo las neojansenistas de Vladimir Tchékéroul terminadas en la Escuela de la Cambre hacia 1970 supieron emular con justicia.
fig. 5 Doublure. Colección Joya.Aguilar |
Hola, me llama mucho la atención los procesos de encuadernación y manipulados de papel y me recomiendan este sitio web https://modulosgrado.com/Modulo-grado-medio-Encuadernacion-y-manipulados-de-papel-y-carton.html con el ciclo formativo en encuadernación y manipulados de papel y cartón para estudiarlo, pero no tengo idea de que tal son.
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