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La Biblioteca de El Escorial y la encuadernación clásica


Cantos dorados a la vista en uno de los plúteos de La Laurentina
 La  teoría del ornamento formulada  en el siglo XV por la primera generación humanista  (en especial por Leon Battista Alberti) utilizó una argumentación unívoca para justificar una sobriedad decorativa que proporcionó el marco general para el nacimiento de una   encuadernación clasicista de nuevo cuño. Después, entrado  el siglo XVI,  tras estas  certezas, la alteración de las  relaciones entre disciplinas  en la enciclopedia del saber renacentista provocó el surgimiento en el arte de la encuadernación de nuevas variaciones en el seno de la idea desornamentada donde el humanismo cristiano confluyó sincréticamente con la experiencia de las matemáticas y la geometría.


Luis Cabrera de Córdoba, Felipe Segundo Rey de España, 1619.














Las encuadernaciones-divisas y las encuadernaciones de los Libros Corales  del Monasterio de El Escorial ejecutadas entre 1575 y 1600 en el obrador del palacio-monasterio por Juan de Paris y Pedro del Bosque aportan  el mejor ejemplo que nos proporciona  el Renacimiento  sobre cómo los valores religiosos  pueden llegar coincidir  con los  inmanentes en una misma encuadernación  y cómo ambos  pueden llegar a  expresarse  a través de la gramática de la belleza desnuda del clasicismo. 

Encuadernación-divisa del Monasterio de El Escorial con superlibris gofrado de parrilla

Las encuadernaciones-divisas del Monasterio de El Escorial
       
Utilizaron las encuadernaciones-divisas como material de recubrimiento una piel de becerro casi lisa sin herrajes ni cerramientos con una parrilla gofrada en el centro a modo de superlibris, dos filetes gofrados y otro en el interior sin dorar muy cerca de los contornos. Los lomos  estaban escandidos rítmicamente por los nervios  y presentaban escasa decoración de diagonales. Se trata de una tipología que todavía debe mucho a la severa ecuadernación medieval   monástica.


Las  encuadernaciones de los Cantorales  del Monasterio de El Escorial.

El coro de la basílica escurialense con el facistol sobre el que se asentaban cuatro  grandes cantorales abiertos 
Los doscientos dieciséis Libros Corales del Monasterio se encuadernaron con cubiertas formadas por dos tablas de encina de media pulgada de grueso forradas de vaqueta
Aplicación de bronce con superlibris de la Laurentina  en uno de los Cantorales, un ejemplo de "decoración por adjunción".
sin más color que el que toma el curtido, con ocho cantoneras de bronce con bollones y listas del mismo metal, en la cubierta dos medallones calados... en un lado las parrillas y en el otro una tarjeta de pergamino que indica la parte del oficio divino contenido en el volumen.   Las tablas de encina están unidas entre sí por quince nervios dobles de cuero baldés que pasan por agujeros practicados en las tablas y están clavados en su parte interior. A estos nervios estaban fuertemente cosidas las hojas unidas en cuadernillos.

Estas dos  tipologías ligatorias típicas de la biblioteca del Monasterio de El Escorial reciben el  legado clásico-vitruviano –expresado en su  austeridad ornamental-, pero    lo  interpretan en clave cristiana aludiendo  a ideas veterotestamentarias resucitadas por la espiritualidad  de la  Contrarreforma y formuladas por Benito, Arias Montano, uno de los bibliotecarios de Laurentina.
En cuanto al elemento cristiano, cabe decir que la reducción del ornamento en la decoración  exterior del libro   a su mínima expresión no  fue  tan sólo   una idea fundamentada en pasajes del Antiguo Testamento, en San Agustín, en  conocidos textos de San Jerónimo y San Bernardo,  sobre los que insistió  Fray José de  Sigüenza, uno de los primeros bibliotecarios de la Laurentina y  posible inspirador del diseño de estas encuadernaciones; fue ante todo en el siglo XVI una recomendación de  los  Decretos del Concilio de Trento inscrita en la   reforma  del culto dentro de la liturgia católica, una idea defendida por Carlos Borromeo que en estos ejemplares se tradujo en la supresión de los motivos profanos y en la inclusión de un solitario emblema:  la parrilla de San Lorenzo. Esta  desornamentación casi completa quiso presentar al libro, como al propio  edificio escurialense –según la tesis de Osten Sacken- como fortaleza del saber y símbolo contrarreformista de la fe católica. 
Es además un lenguaje religioso culto y despersonalizado que con su negación de los  valores sensibles  del adorno ahuyenta toda  carga emotiva estableciendo con el sujeto una comunicación visual transparente.  






 La solidez y compacidad del edificio,  su apariencia de bloque de piedra rotundo y sin fisuras se traslada a la severa volumetría de las encuadernaciones escurialenses. Arriba, tercer diseño de Juan de Herrera según Pedro Perret.


Por lo que hace al  elemento clásico, ha de decirse que   en estas encuadernaciones fue el resultado   de la aplicación a la decoración exterior del libro de los principios arquitectónicos  de Vitruvio,  a la sazón completamente vigentes en el ambiente escurialense en los años de la fundación del edificio.  Podemos decir que las cualidades clasicistas de traza arquitectónica del Monasterio, reflejadas en los diseños de Juan Bautista de Toledo y  Juan de Herrera, a las que  aludieron  Lastanosa, Lavaña, Juanelo Turriano, Cristóbal de Rojas,  Cabrera de Córdoba  , Almela ,  Jehan Lhermite  y  Arfe y Villafañe,  fueron  aplicadas con éxito a las encuadernaciones laurentinas. Daremos ejemplos. 

La  idea de solidez del edificio halla  su correlato  en un  libro que,  gracias a la compacidad de su  encuadernación,  presentaba  la apariencia de un bloque de “piedra”, de un baluarte   protector de  los saberes de la Casa de Austria. Es ésta una interpretación facilitada por los memoriales de Páez de Castro y Juan Bautista de Cardona. La idea de funcionalidad arquitectónica halla su correlato en una encuadernación de sencilla apariencia monástica manufacturada para  facilitar  el uso útil del libro en la biblioteca, eficaz para hacer de él un  objeto de estudio  y en el caso de los Libros Corales  convertirlo en condición necesaria  para el canto en la ceremonia litúrgica.
La idea de espesor de la masa constructiva de la fábrica, expresada a  menor  escala en la impenetrabilidad de la forma cúbica granítica, queda reflejada en la ligatoria laurentina  en la construcción de un sólido cuerpo de obra, en la  confección de un soporte y  un recubrimiento  fuertemente solidarios, de   una  muralla de  tablas de encina  y de cuero baldés  que protege al libro contra las inclemencias del exterior y los rigores del uso presentándolo  como un objeto con  vocación de duración eterna.  
La parquedad ornamental en las encuadernaciones escurialenses pretende, por otro lado, enfatizar los puros valores de forma y de  materialidad del libro del mismo modo que en el edificio,  entendido según la tesis de  René Taylor como un nuevo  Templo de Jerusalén, esta sobriedad decorativa   se propone  poner de relieve la desnuda y perfecta figura  geométrica,  la figura cúbica, un   modelo de   primitiva arquitectura cristiana.  Este mismo antidecorativismo, que da  al libro una apariencia unívocamente rotunda, alude por otro lado a la unidad formal y uniformidad estilística del edificio



La Biblioteca del Monasterio de El Escorial como museo de las artes del libro
La  austeridad  “dórica” de las cubiertas,  la consonancia y armonía  entre sus  partes y con el lugar donde el libro ha sido colocado (las estanterías también clasicistas diseñadas por   Herrera y  Giuseppe Flecha), el geometrismo de la decoración  (líneas paralelas del encuadramiento,  oval perfecto que contiene la parrilla), la  homogeneidad (un solo tipo de piel lisa y uniforme) y la idea de la belleza total y rotunda de las encuadernciones entendida  como  suma y agregación de las  bellezas  singulares de los componentes son también cualidades  netamente arquitectónicas.   



La austeridad dórica  de la fabrica llega a las cubierta de las encuadernaciones 

Pero los valores clásicos de la ligatoria escurialense también pueden interpretarse como sutiles alusiones a los significados culturales de la  Biblioteca Laurentina.  La austeridad ornamental de  la encuadernación se propondría  hacer poco evidente (¿ocultar?) la  summa varietas de títulos y autores de la Real Biblioteca,  buscaría  proteger de un uso excesivo a   unos  impresos  y manuscritos que los primeros bibliotecarios de la Laurentina–Montano y Sigüenza- tenían como   cimelia, tesoros, antiquaria,  una  reserva preciosa.  Yendo aún más lejos en esta interpretación expresaría, según la tesis de María Cali,  la dificultad de acceder a la   cultura del libro, podría leerse como una alusión a la naturaleza oculta (absconditus), no manifiesta, de una cultura libresca erudita y esotérica. 



Bibliografía



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