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Daniel Knoderer: la forma heterodoxa


Daniel Knoderer o la negación del paralelepípedo 
 La forma de la  encuadernación   no ha variado  básicamente a lo largo de los siglos. Raras  veces ha sobrepasado el marco del   paralelepípedo que le impone el códice. Por ello siempre ha vivido  la puesta en cuestión de  esta  fijeza y monolitismo del patrón externo  como una excepción, como un atentado a su identidad en tanto que  objeto reconocible en el espacio. Cuando, en 1887, el encuadernador parisino Léon Gruel estudia en su  Manuel historique et bibliographique de l´amateur des reliures las que llama  “encuadernaciones botella”, formas heteróclitas fuera de lo común,  las sitúa en un epígrafe titulado    “encuadernaciones  de formas raras e irregulares” y cuando utiliza estos dos  dos adjetivos  les da  evidentemente un sentido peyorativo.
         En el  siglo XX la alteración  de la forma estandard del libro encuadernado ha sido realizada con intención  deliberada de transgredir una norma. Con las vanguardias   el volumen  deja de ser una realidad definida  por su naturaleza objetual para  justificarse exclusivamente por su función literaria o por aludir a un concepto que quiere representar de forma heterodoxa  un ataque al historicismo del siglo XIX. ¿Golpe de gracia a la bibliofilia tradicional? En  los años 1960 las encuadernaciones  conceptuales prescinden de su realidad  como materia  para afirmar una idea o su narratividad literaria. Veamos  unas de las  creaciones de la artista  conceptual alemana  Mechthil Lobisch.

Arte conceptual del libro
Pero en otros casos el libro encuadernado   deforma su imagen ortodoxa jugando con esta  indeterminación formal  para poner en funcionamiento  una doble crítica: primero, contra la demanda de especificidad incorporada por un secular prejuicio  formalista; después, operando  una mimetización de los discursos  ajenos a la objetualidad del libro activante de   un  juego de inadecuaciones entre palabras e  imágenes. Así  sucede, por ejemplo, en   las encuadernaciones-escultura  del francés  Daniel Knoderer (act. 1980-2013) porque este artista del libro, hijo espiritual del mayo del sesenta y ocho,  crea  –en palabras suyas- “una especie de medio ambiente del libro y de espíritu del libro que ha dejado de tener cualquier tipo de relación con la encuadernación en el sentido tradicional”.  
Encuadernación de Daniel Knoderer









Libro de artista de Cocó Téxèdre

En sus obras, sobre un cuerpo de obra rigurosamente construido,  las tapas del libro, de chillones colores, se convierten en círculos o en puntiagudos pináculos o bien, en otros casos,   el libro se metamorfosea en un insecto parecido a una araña.  Como los dadaístas,  Knoderer critica a los tradicionales estilos de arte, esto es, a los sentidos del mundo que no admiten ser  un sinsentido, pues  en sus encuadernaciones todo se supera  en un movimiento mental: montaje, desmontaje, improvisación y revocación, lo  que  Walter Serner llamó Aufhebung, una violenta ruptura de todas las semánticas culturales, daciones de sentido, filosofías y ejercicios artísticos. Encuadernaciones que han dejado de serlo a causa de la alteración de su geometría habitual son también   los libros-objeto de la artista francesa Cocó Téxèdre y   las  creaciones  del encuadernador checo Jan Sobota (1939-2012) .
Encuadernación de Jan Sabota para Karel Kapek 
Circe metamorfoseó a los compañeros de Ulises en leones, osos y elefantes. Mefistófeles se transformó en perro, es decir,  el demonio se sometió al papel de can, después al de servidor, para, finalmente, alcanzar –así lo creía él al menos- , el dominio completo sobre el alma del erudito Fausto.  La nueva forma del libro, como  Diógenes, ataca  la   ideología del domicilio agradable para someter la sabiduría del libro.  

Daniel Knoderer: la kafkiana metamorfosis del libro (oculo en el caparazón)   en insecto

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