Micheline de Bellefroid con su encuadernación sobre la La Modification de Michel Butor, 1960. |
La muerte de Micheline de Bellefroid en 2008 ha conmocionado el mundo de la encuadernación de arte. Esta encuadernadora belga ha encarnado quizá como nadie una tradición conservadora en defensa del oficio de encuadernador que paradójicamente ha dejado huella en muchos de los encuadernadores más innovadores de hoy.
Foto de la misma encuadernación que en la foto de arriba sostiene en sus manos Micheline de Bellefroid |
Comprendiendo que la encuadernación representa un estado de equilibrio inestable entre la naturaleza y la cultura, que está próxima a la primera por las materias abundantes que ésta le suministra pero que al mismo tiempo es un objeto integrado en una cultura social y antropológica debido a su elaboración compleja, al doblar el siglo XXI Micheline (1927-2008) emprendió una renovación del oficio de encuadernador que hunde raíces en la obra de Henry Van de Velde (1863-1957). Fundador en Bruselas de la Escuela de Cambre en 1927, este arquitecto y decorador belga patrocinó desde 1920 un nuevo modo de entender la decoración exterior de los libros favorable a la estilización de la ornamentación floral art nouveau representada en Bélgica por Charles de Samblanx y otros encuadernadores epígonos belgas del genial Marius Michel. Entre 1893 y 1900 Van de Velde ideó diseños para encuadernaciones y creó hierros para el encuadernador Paul Claessens. En paralelo, instauró en la Cambre un programa que hizo énfasis en lo tectónico típico de la escuela alemana de encuadernación: Paul Adam, Gustav Frölich, Paul Kersten, Heinrich Engel, Ignatz Wiemeler, Georg Eisenhut, el proyecto pedagógico del Werkbund Institute, la Bauhaus de Walter Gropius de mano del influyente profesor de encuadernación que siempre fue en su país Otto Dorfner
Otto Dorfner en el taller de encuadernación de la Bauhaus |
En 1954 el taller de
encuadernación de La Cambre pasó a
ser dirigido por Vladimir Tchékéroul (1899-1992), un encuadernador ruso afincado en Bruselas
que difundirá sus enseñanzas hasta 1966 .
La perfección técnica y formal de sus
encuadernaciones, espirituales y
exquisitas, nunca ha dejado de
suscitar admiración reverencial y muda
sorpresa. Tchékéroul culminó bradeles,
medias encuadernaciones, pero hoy es recordado sobre todo por sus encuadernaciones jansenistas puras o escuetamente decoradas por bandas verticales.
Encuadernación " á grand décor" de Micheline de Bellefroid |
De las setecientas
encuadernaciones que se atribuyen a
Micheline solo hay ciento
dieciocho reliures á grand décor (figura arrba).
En algunas de ellas son claras las resonancias pictóricas
de su contemporaneidad (Hans
Hartung, Soulages, Georges Mathieu y Otto Wols). Otras están informadas por una abstracción lírica nacida de los gestos del dibujo o de la
yuxtaposición de los colores (expresionismo abstracto de Franz Kline).
Solo una de cada siete son jansenistas puras o bastante desornamentadas
(encuadernaciones decoradas con un marco en cuyo interior colocó papeles kromekotes cuya decoración eran recreaciones de los drippings de Jackson Pollock).Micheline
consideró la encuadernación ante todo un oficio,
secundariamente un oficio de arte, todo lo más un arte aplicado, un arte aplicado al diseño, no solo un arte
decorativo. Le parecía exagerada, para
describir lo que ella hacía, la expresión
encuadernación de arte. Prefirió
hablar, cuando procedía, de arte de la encuadernación. En sus veinte
años al frente del taller de La Cambre (1966-1986), nunca quiso enseñar decoración exterior del libro, una
asignatura que sí impartieron sus antecesores, porque no quería poner ninguna
cortapisa a la creatividad de sus
alumnos.
¿Qué aportó
Micheline de Bellefrod a la
encuadernación? : 1) en el ornato
exterior del libro, la creación de formas
equilibradas pero no excesivamente originales; 2) en la
técnica, un conjunto de investigaciones restringidas a los límites
estrictos que impone la forma del códice
y a las tremendas limitaciones al oficio
que determinan insoslayablemente
la materia y sus resistencias; 3) la
genial invención, tras arduas
alquimias, del papel kromekote, un material para guardas, cubiertas y cajas
donde logró aunar la contemporaneidad
del decorado (Jackson Pollock) y la
función protectora del libro; 4)
en los últimos años de su vida, la
incorporación del ordenador al diseño de decorados; 5) the
last but not the least , en la enseñanza, la puesta en práctica de un método riguroso que ha marcado a más de una generación de encuadernadores.
Micheline cuidaba al detalle los mínimos detalles técnicos de sus encuadernaciones.Esta "tabla de costura" nos deja ver hasta qué punto esto era cierto. |
Un atálogo publicado el museo de Mariemont de Bruselas como homenaje a la encuadernadora belga dedica
un gran espacio a los alumnos de Micheline.
La primera de ellas en Bélgica fue Liliane Gérard (1946), una
encuadernadora que, tras construir la arquitectura de sus realizaciones
sobre la racionalidad y el ascetismo de
Tchékéroul, acertó a mitigarlos
dejándose llevar por la contemporaneidad
artística de su maestra. La
segunda alumna belga directa de Bellefroid ha sido Jacqueline Liekens (1947), alumna
de la La Cambre entre 1966 y 1970, una profesora de encuadernación que en septiembre de 2010 ha
publicado un manual titulado La encuadernación, técnica y rigor (Editions
Le Faton).
Encuadernación de Jacqueline Liekens, una de las alumnas predilectas de Micheline |
La tercera alumna destacada en Bélgica de Bellefroid es Christine
Léonard (1949). Es autora de una obra escasa y exigente: ha construido cuerpos
de obra en consonancia con la forma del libro y ha adoptado una ornamentación
“aestructuro-lineal” según decorados del pintor abstracto Jo Delahaut. Léonard, alumna de
Bellefroid entre 1970 y 1976, hoy se muestra crítica para con su antigua
profesora. En cuanto a las alumnas extranjeras de Bellefroid, se cuenta la
española Ana María Ruiz-Larrrea Cangas
(1947) que aprendió de Micheline la
construcción rigurosa del cuerpo de obra preconizada por Tchékéroul, la estructuración del espacio de las dos
tapas+el lomo a partir de líneas oblicuas y
el racionalismo abstracto en la
decoración. También, el establecimiento
de sutiles relaciones metafóricas de segundo grado con el texto alejadas de lo
figurativo y la amalgama en un todo de la
estilización de las viejas formas
preconizada por Van de Velde, el
geometrismo déco de
Legrain y Adler, la
abstracción de Jo Delahaut, el geometrismo de Léonard
y en sus últimos diez, establecida en la región de París, el grafismo abrupto y tensa plasticidad de
François Brindeau.
La sombra de Micheline, que, como vemos, es muy alargada (influye también en la encuadernadora alemana y artista conceptual Mechthil Lobisch, quien ha escrito una perspicaz necrológica sobre la que fuera su maestra en la revista The New Bookbinder) ,
llega a los encuadernadores españoles de hoy que, sin haber recibido directamente sus enseñanzas, han optado por la técnica
depurada, el equilibrio expresivo y cierta contención ornamental : José Luis García Rubio, Margarita del Portillo, Inmaculada Gazapo,
Dolores Baldó, Guadalupe Roldán, María Lucas Gómez Morán, Eduardo Giménez Burgos,
Marilo Bererciatúa, Beatriz Moreno, Rosa Fernández, Dalia López, Isabel García
de la Rasilla, Andrés Pérez-Sierra, Ana Prada, Fernández Argenta…Los contornos
ornamentales limpios, rotundidad cromática y nítida definición de
las línea de los compartimentos
en los mosaicos típicos de la encuadernadora belga hoy están en Gonzaga Gil-Delgado, Paz
Gancedo, Marielle Zarraluqui, Luis Mínguez Serrano, Marisol Chávarri, Isabel
Lifante y Carolina Viñé.
Micheline ha dejado, pues, tras de sí una estela
magnífica.
El catálogo razonado que le ha dedicado el Museo de Mariemont es exhaustivo por su documentación (maquetas, nombre del dorador, origen,
localización, ventas, exposiciones, bibliografía) y por la descripción de encuadernaciones,
pero la
ordenación alfabética de sus
entradas por el nombre de los
autores de los libros encuadernados en
vez de adoptar una ordenación en
secuencia cronológica de esos mismos
libros por las fechas en que
fueron terminadas sus
encuadernaciones es una
lamentable carencia en un libro
llamado a convertirse en una obra de referencia para estudiar la encuadernación del siglo XX. Estamos ante una fidedigna obra cuidadosamente elaborada, ante el
relato pormenorizado de una
experiencia pedagógica sin par en la historia de la encuadernación. Es de
agradecer que no siempre se caiga en el panegírico típico de
los libros-homenaje. Por el
contrario, el lector encontrará en
estas páginas críticas acres a la biografiada (“personaje algunas veces truculento, otras cruelmente irónico
hasta llegar a la irreverencia”)
debidamente contrabalanceadas
(“personaje ingenioso cuanto se trataba de defender
el oficio y a sus alumnos en un
medio que a veces consideraba lo que ella hacía propio de otro siglo”).
Leeremos atentamente los dos artículos
firmados por André Lamblin, quien en los
últimos años viene desarrollando
una reflexión auténticamente
rompedora en torno a la teoría estética de la encuadernación de arte europea
del siglo XX: en uno sitúa en el contexto nacional belga la aportación de
Micheline como enseñante; un segundo artículo suyo nos da las claves para entender la estética
de sus decorados. Se lee también con placer el
retrato privado, vívido y palpitante de “Madmoiselle de Bellefroid” firmado por Sofiane Laghouati, con un álbum fotográfico familiar donde comparecen personajes
que parecen salidos de los Archivos del Norte, de Marguerite
Yourcenar.
Marguerite Yourcenar o la cultura humanista al servicio del libro. |
Para ilustrar lo que podemos llamar sociología de la enseñanza de
La Cambre, leeremos con atención
los tres valiosos
testimonios-entrevistas de las ya
citadas discípulas belgas de Micheline.
Las fotografías de este catálogo
abren una ventana que nos deja ver la “habitación privada” que todavía es el mundo de
la encuadernación de arte del siglo XX.
Se reeditan textos publicados en revistas belgas de los años sesenta y setenta,
del año 2000
la interesante conversación que
Ana Ruiz-Larrea mantuvo con Micheline en su casa (Encuadernación
de Arte, 2000). Mención aparte
merece el muy revelador texto programático firmado por la propia Bellefroid
titulado Assez de reliures decorées (Art
et métiers du livre,1986), donde la
autora, en sintonía con Mechthild
Lobisch, arremete contra los que llama pretendidos
“encuadernadores de arte” y “decoradores
de libros”.
En
definitiva, un libro-catálogo rompedor de metodologías académicas al uso
que nos asoma a la vida privada del taller y nos deja intentar responder a la pregunta de qué es una encuadernación de
arte.
(Micheline de Bellefroid, 1927-2008, Musée
royal de Mariemont, con numerosas fotografías en blanco y negro y en color
y un catálogo razonado de su obra. Catálogo de la exposición celebrada entre
noviembre de 2011 y febrero de 2012, 399 págs).
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