Frére Edgar Claes (1953) es un encuadernador revolucionario. En su taller del monasterio de Denderleeuw (Bruselas) ha utilizado materiales inéditos en encuadernación: policarbonato para las cubiertas, PVC para los lomos, poliéster. Por si esto fuera poco, ha inventando un sistema de sujeción y articulación del lomo con las tapas perfectamente adaptado a los materiales que utiliza. Pero hoy no queremos hablar de la técnica de sus encuadernaciones, sino de sus decorados sobre policarbonato conseguidos con pinturas destinadas a la industria del automóvil usando el aerógrafo y el grafógrafo acoplados al ordenador.
Fíjense en la foto de arriba. Sobre un fondo negro, un decorado constructivista de tonos pardos, beige, blanco y azul. Quizá una fábrica sin paredes incrustada en una atmósfera de silencio que, sin embargo, desprende una energía electrizante, energía reforzada por las líneas rectas grabados con una fresadora: torres, tuberías, una chimenea-lomo con sus siluetas perfectamente delineadas gracias a la aplicación de lacas brillantes.
Los decorados para encuadernaciones de Claes son paisajes gélidos y solitarios, alimentados por una fuerza irreversible, sólida e imperturbable. Faltan en ellos los hombres sojuzgados por las fuerzas del trabajo y el fatalismo que ideó Thea von Harbou, pero sí que está la fe leibniziana en un mundo de objetos nuevos. La filosofía también es diferente: el intermediario entre la mano del encuadernador y el cerebro no es el corazón, como sucedía en Lang, sino la razón constructiva.
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