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Galdosiana

           


Fig 1

       "A finales de los años ochenta, fui nombrado director de la agonizante editorial Aguilar. Uno de los primeros proyectos que quise sacar adelante fue el de dar continuación a su colección Obras Eternas, colección que, a pesar de sus muchos defectos y de una encuadernación de gusto  franquista, permitió que se pudieran leer los clásicos españoles y extranjeros que la censura no hubiera permitido publicar en ediciones asequibles al público"- escribe   Jaime Salinas a  su amigo islandés Gudbergur Begsson.

           Cierto. La colección Obras Eternas, de la Editorial Aguilar, tiene "muchos defectos". El editor argelino no se equivoca. Amando Lázaro Ros nos da, bajo el título "Obras Completas" de Dickens, un David Coperfield amputado.  Rafael Cassinos-Assens, traducciones   medio inventadas de los novelistas rusos. ¿Qué podemos decir del diseño gráfico de las páginas interiores? (fig 2).  Es  a no dudar un poco chapucero. Reparemos en  la poco agraciada  escritura de las letras prefabricadas Gerrit Nordzig,  en   la invasión desmesurada  de la mancha tipográfica sobre el  "papel fumadero" llamado "biblia", en los   márgenes enjutos, en el abigarramiento y falta de aire entre  los bloques, en la tinta excesiva y con rebabas de unos  cuerpos siempre diminutos y en el interlineado poco espacioso. La monotonía de los tipos, la ausencia de fluidez  nos permite barruntar  la escasa sensibilidad del editor a la hora de calibrar los efectos  que la lectura completa de esta  edición de los Episodios Nacionales  puede tener sobre el ojo de un lector que, caso de lograr terminarla,  podría presumir sin exageración de haber culminado una hazaña no menos heroica que las de Gabriel Araceli en la batalla de Trafalgar. Resulta inexplicable tanto descuido después de Stanley Morison, Paul Renner y Jan Tschichold, inaudito  tras Eduard Canivell... El   diseño Aguilar  ignora  lo que  se hacía en las  ediciones  de las  regiones industrializadas del norte de Europa. Ni siquiera alcanza el nivel de la tipografía de los envoltorios españoles de productos para consumo diario. 
Fig 2

            Por otra parte,  el hijo  del poeta  Pedro Salinas tropieza  un poco cuando tilda de "encuadernación de gusto franquista" la que cubre estas Obras eternas. No podía entenderla: se había educado en la tradición de la Institución Libre de Enseñanza, en los gustos y en la urbanidad cosmopolita de una burguesía ilustrada pasada por la East Coast norteamericana que había asimilado casi por ósmosis los refinamientos tipográficos de J.R.J., y de sus imitadores, entre ellos la pareja Altolaguirre-Méndez  y algún que otro poeta  del 27. 
      Veamos (fig 3).           
      Es cierto  que en esta edición el  rojo de la encuadernación sobre  soporte piel, plástico, celará, película termoplástica, acetato de celulosa, símil-piel, vital pergamino, firma de autor incluida,  es el avasallador  protector de un borgiano "cubo de papel con hojas"; es verdad  que  enfatiza una  volumetría y compacidad "totalitarias";  admitamos además  la  rotundidad,  monolitismo, el "efecto muralla"; no neguemos tampoco  que esta presunta encuadernación arriba España viste de  "uniforme" a la ciclópea obra galdosiana. ¿Encuadernación-casaca?  La cabeza-busto de don Benito (figuras 1 y 3), impresa en seco  sobre la   abombada piel del lomo,  dista mucho de ser romana, "heroica"; sin ser "garbancera" de todo, sí que es verdad que está demasiado humanizada (debajo los binoculares, unos ojos casi invisibles, apenas esbozados, se confunden  con las motas del grano de la piel: ¿sabía el diseñador de la ceguera que al final de sus días aquejó al autor de Ángel Guerra?). Pero este  protagonismo del soporte  que da a esta encuadernación industrial una imagen, tacto y olor altamente distintivos, ¿no enuncia acaso una  incierta cualidad  emocionante  que tiene  mucho que ver con ese fabricar-objetos-para-tocarlos-y-pasárselos- a-otros que Edmund de Waal nos ha enseñado a apreciar en su Liebre con los ojos de ámbar? Emociones tan poco consuetudinarias no estaban  al alcance del  sentir  frío del  editor de Seix Barral, Alianza y de la primera Alfaguara que en las portadas de los libros que inventó  había  apostado por las metáforas surrealizantes de Daniel Gil y  por (corrían los años 1980) la elegante sobriedad color violeta de Enric Satué.       


Fig 3


     Como es bien sabido, Galdós, tan editado y autoeditado, ha recibido otras muchas encuadernaciones: unas cuantas de ellas netamente "parlantes" (fig 5: la embarcación, debajo del título, señala sin tapujos la batalla de Trafalgar); otras muchas, en cambio, alegóricas y  entre éstas las que vemos en las figuras  4 y 6, sendos  diseños  para los  Episodios Nacionales  de la Casa Editorial Hernando que  ciertamente  renuncian  a reflejar miméticamente el texto  y que, como muchas encuadernaciones del siglo XX,  prefiriendo el aroma de la flor antes que la propia planta, son  genéricamente metafóricas porque, lejos del pleonasmo,  promueven con el arte o el ingenio de sus decorados una reflexión sobre el texto. Veamos. 

          Sustituyendo el bicromatismo  monárquico (fig 4)  por el  tricolorismo republicano (fig 6), cosa que sucede, como era de esperar,  en las ediciones de los Episodios Nacionales  entre los años 1931 y 1936,  el diseñador no renuncia a su legítimo derecho a  aludir a  la militancia liberal o republicano-socialista (entre Melquíades Álvarez y Pablo Iglesias)  de Galdós, Spanish liberal Crusader según H. Conon Berkowitz, pero sobre todo exterioriza  la suya propia sin por ello dejar de ser el deseable  go-between entre autor y lector.  Pleno acierto. 

                Algo parecido sucede en la "Edición especial en homenaje a nuestro glorioso Ejército Popular en la segunda guerra de la Independencia de España" (sic) (fig. 6), según reza la militante inscripción que leemos sobre la cinta que rodea  esta cubierta y según confirma la presentación que hace de este Episodio Nacional, que abre la Primera Serie, el poeta y crítico Enrique Díez-Canedo (el texto de esta presentación puede leerse en el pie de foto de la fig. 5). Esta edición, que  corrió a cargo de  la "Editorial Nuestro Pueblo", vio la luz en el Madrid republicano  en plena  guerra civil (1938).             

        A Galdós, más atento a vivir de la pluma y a  litigar contra  editores trapaceros, como Miguel Honorio de Cámara y Cruz,  que a cuidar de los detalles de sus ediciones (en las antípodas de  la hiperestesia tipográfica de J.R.J.), probablemente no le habrían disgustado  estas tres propuestas. No hay más que leer la ejecución del anciano Patricio Sarmiento o el  ahorcamiento de Riego, caídos en Madrid "bajo las soeces uñas del absolutismo", en  El  Terror de 1824 (fig 2), el triunfo espiritual  de la señá  Benina sobre la mandona Doña Francisca en Misericordia o la emoción por la libertad que destila la La Fontana de Oro.  





Fin 4. "Quintana era entusiasta de la causa española y liberal ardiente con vislumbres de filósofo francés o ginebrino. Más beneficios recibió de su valiente pluma la causa liberal que de la  espada de otros; y si la defensa de ciertas ideas, que él enaltecía con todas las galas de su estilo y todos los recursos de un talento superior y valiente cual ninguno; si la defensa de ciertas ideas, repito, no hubiera corrido después por cuenta de otras manos y de gárrulas plumas, diferente sería hoy la suerte de España". 







Fig 5 "La guerra desencadenada por unos generales facciosos en julio de 1936 no es más que una nueva fase de las que desgarraron a España desde las postrimerías del siglo XVIII a comienzos del siglo XIX" . Enrique Diez Canedo, presentación de Trafalgar, Madrid-Barcelona. Editorial Nuestro Pueblo, 1938.
Fig 6. "Días adelante, después de diferentes controversias enconadísimas, de un gran discurso de Pí planteando a las Cortes la cuestión de confianza, de otros discursos de Castelar, de un conato de crisis, y de veinte mil desazones y trapatiestas, los diputados Armentia, Echevarría y otros que no recuerdo, se subieron a las barbas de don Francisco Pi, proponiendo a las cortes que se  declarasen en Convención Nacional, y eligieran de su seno un Comité de Salud Pública".







Comentarios

  1. Con todos mis respeto hacia un trabajo que me parece encomiable, quisiera comentar lo injusto que me parece que en el Glosario de encuadernadores de José Luis Checa Cremades no se haya incluido a una persona que desde una posición discreta y casi anónima, más ha hecho por la encuadernación de arte en este país, enseñar y difundir desde la que a día de hoy, es la única escuela con titulación oficial (certificado de profesionalidad), este noble oficio al que todos los programas oficiales han dado la espalda, Violeta Alonso de Rojas, dedicada a la docencia y a la formación de jóvenes en el mundo de la encuadernación y la restauración desde hace más de 25 años, cientos de jóvenes han pasado por la escuela de Patrimonio Nacional durante todos estos años y han aprendido el oficio de alguien que ha hecho de la encuadernación y su difusión su modo de vida, desde la Escuela de Encuadernación de Patrimonio Nacional y desde su modesto taller.
    Quizá se esté a tiempo aún de enmendar tan injusto error

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