Acaba de publicarse Encuadernando con Helena, un manual de encuadernación donde la donostiarra Helena Jiménez de Aberasturi, maestra artesana de la Diputación de Guipúzcoa vinculada desde siempre con el mundo de la edición, nos explica con amena claridad las técnicas y habilidades que utiliza en los cursos de encuadernación que ha dado en la Biblioteca Central y en el taller Txarnela de San Sebastián. Estamos ante un libro atractivo e innovador. Atractivo porque piensa en los alumnos a los que ha sido destinado, en los problemas que se plantean a la hora de encuadernar un libro: el verbo claro y preciso de una encuadernadora vocacional describe certeramente gestos y habilidades. Innovador porque añade a este trabajo puro de pedagogía lo que podemos considerar una aportación señera en el terreno de la terminología especializada, pues este libro presenta un léxico de términos de encuadernación en euskera con su equivalente en castellano, un trabajo linguístico pionero que supera airosamente el escollo de decir con las palabras vernáculas de una lengua ibérica no indoeuropea las operaciones y herramientas de un oficio y un arte que siempre merecen ser descritos con los mejores vocablos posibles.
A destacar, a más del texto y la capacidad de transmitir de una buena profesora de encuadernación y la aportación lexicográfica, las magníficas ilustraciones y oportunos dibujos de Carlos Elizalde Zalba así como el toque artesanal que rezuma todo el libro, un cálido homenaje al trabajo con las manos.
Helena Jiménez de Aberasturi. Encuadernado con Helena. Ediciones Txarnela: www.encuadernaciones-txarnela.com. Tirada de 50 ejemplares.
Prólogo de "Encuadernando con Helena".
“El artesano va inspirado por la norma de encajarse en una tradición, está vuelto al pasado y no abierto a posibles novedades. Sigue el uso constituido. Se producen, sin embargo, modificaciones, mejoras, en virtud de un desplazamiento continuo y por lo mismo imperceptible; modificaciones, mejoras, que no se presentan con el carácter de innovaciones sustantivas sino, más bien, como variaciones de estilo en las destrezas. Estos estilos, de tal o cual maestro, se transmiten en forma de escuelas; por lo tanto, con el carácter formal de la tradición”.
Las palabras de Ortega y Gasset, escritas en 1939 y que pueden leerse en su Meditación de la técnica, no dejan lugar a dudas: el aprendizaje y la transmisión de la cultura técnica son asuntos cruciales para la supervivencia de cualquier oficio de artesanía. La encuadernación es, con frecuencia, un arte “anacrónico”, tradicional, que vive a la sombra o bajo la advocación de lo ya sabido o de lo que ya ha sido practicado. Los avances son parsimoniosos. En realidad, todo es lento en la encuadernación. Un ritual. El trabajo progresa en el taller como lo hace el más lento de los glaciares sobre las aguas. Pero la Revolución Industrial trajo, desde el siglo XVIII, la eficiencia. El trabajo se mueve entonces con la terrible rapidez de la más frenética de las estrellas fugaces. “Adieux, travaux infiniment lents!”, suspira Paul Valéry rememorando el ritmo tranquilo de la labor intelectual y musical de un pasado no tan lejano en el tiempo sostenido por los aristócratas supervivientes, para Rilke, de un continente caballeresco que se resiste a la degradación de una modernidad que sostiene el lucro de los marchantes, que ha olvidado la imagen de la mujer del cuadro de Vermeer cosiendo en el ámbito de una tenue zona de luz con la cabeza inclinada sobre una labor donde la aguja va y viene cadenciosa llevada por la mano en un ritmo armonioso con las pausas sabias que su trabajo le impone. Hoy, cuando se impone por doquier el aprendizaje a vistazorápido, cuando los niños tienen que reconstruir visualmente con rapidez de aprehensión una página para poder entender su significado, los gestos pausados y meditados de un encuadernador en su taller pueden parecernos anacrónicos, pero en el oficio siguen siendo necesarios para culminar, según una lógica de conjunto, una obra bien hecha ajena a la fragmentación, a la inminencia y a la prisa. Ha dicho el encuadernador Eduardo Giménez Burgos:
“Una encuadernación es la suma de una serie de procesos que exigen cierta destreza y un conocimiento técnico complejo donde entran en juego múltiples elementos artesanales que resultan invisibles a la vista, pero que cuando alguno falla el error se hace muy evidente. Aunque no lo parezca a simple vista, una encuadernación artística puede acarrear alrededor de cincuenta operaciones que han de ser perfectamente calculadas para que su funcionamiento sea el correcto, como un preciso mecanismo de relojería.”
La palabra lenta del maestro se adapta al ritmo cadencioso, de “tiempo detenido”, típico de las operaciones del oficio, que se suceden unas a otras despaciosa e inexorablemente:
Las vías de acceso al conocimiento de lo ligatorio se multiplican: observación de un hacer o de un saber hacer, comunicación oral, transmisión escrita, lectura de un manual…. Las dos primeras se dan en la transmisión de las habilidades del maestro al aprendiz, del padre al hijo en los talleres familiares, una comunicación que suele hacerse con el lenguaje coloquial al que acompaña la demostración práctica.
Sobre la observación escribe Giménez Burgos:
“Cuando veo trabajar a un artista en su taller, cualquiera que sea su oficio, lo que me atrae por encima de todo es su forma de expresar su libertad frente al objeto, y también su gestualidad, la exactitud y economía de sus gestos, el orden peculiar que impulsa a sus acciones guiado por la experiencia que mueve sus manos para ejecutar la obra. De esa observación suelo aprender más que de cualquier manual.”
Están, por otra parte, como modelo de aprendizaje, los libros ya terminados, ya encuadernados: si han sido culminados y habilidades con corrección, pueden llegar a convertirse en arquetipos de autoridad, devenir testimonios mudos y elocuentes de lo que se hacía antaño, pero ¿es posible sólo viendo el libro encuadernado ya terminado deducir las habilidades que desarrolló un encuadernador? Cabe también estudiar, como ha hecho Middleton, las patentes de invención.
Pero los encuadernadores españoles son poco amigos de escribir acerca de sus técnicas e invenciones. No sólo eso, incluso, a veces, las ocultan: lo arcano está en el origen del oficio. Antolín Palomino, encuadernador autodidacta celoso de las recetas de su cocina, que -decía- “nadie le había enseñado”, colocaba un paño encima del libro sobre el que estaba trabajando para que nada pudiera ser visto. Sus secretos murieron con él.
Según una famosa imagen de Robert K. Merton, el oficio camina “a hombros de gigantes”, Philip Smith, Paul Bonet, Jean de Gonet, que han hecho todo lo posible para que se les considere genios inimitables, pero el secreto aísla al genio y el oficio se estanca en lo que, seguramente, es una negación de las ideas de progreso y modernidad, una refutación de que el conocimiento sea acumulativo
Los manuales de encuadernación son los antídotos más eficaces contra este secretismo. Han paliado el “ruido” de la volátil cultura oral, pero pocas veces han sido capaces de establecer la correlación idónea entre lo que se dice y la demostración práctica, grave inconveniente, a pesar del gran interés que presenta un libro como el de Douglas Cockerell (1870-1945), Bookbinding and the care of books (1901), o de lo que nos pueden enseñar las notas de Roger Payne (1739-1797).
Repasando la literatura ligatoria que, en 1970, inventarió el bibliógrafo británico Graham Pollard nos percatamos de que, antes de la Edad Moderna no se conocían documentos que describieran el proceso de la encuadernación de libros. De la Edad Media sólo nos han llegado tratados generales. De Diversibus artibus(c.a.1110), del monje Theophilus, es, por ejemplo, una enciclopedia sobre las artes que trata sólo incidentalmente aspectos relacionados con la encuadernación: la fabricación de pegamento y panes de oro (cap. I), los modos de fabricar cubiertas de metal y hojas de plata o cobre para los libros (cap. 72), piezas de estampación para cubiertas (cap. 73), tachones para encuadernaciones de cuero (cap. 76) y el trabajo del repujado para cubiertas (cap. 77). El Libro de la Facilidad que trata de la Encuadernación(c.a. 1200), de Obrahim al-Isbili (manuscrito de 14 hojas conservado en la Biblioteca de Tetuán), también aborda de modo harto sucinto problemas técnicos relacionados con los trabajos sobre piel. En el siglo XVII, Ars Magna luces et umbrae(Roma 1646), de Athanasius Kircher, yMagia Universalis naturae et artis,de Caspar Schott (Wurtzburgo 1657-1659), tratan todavía el marmoreado en un contexto enciclopédico. Der vornehmsten Künstler und Handwercker Ceremonial-Politica,de Friedericus Frisius (Leipzig 1712), aborda el ceremoniel der buchbinderen un contexto de descripción general de los diferentes oficios. En los libros de oficios encontramos artículos cortos y escasamente elaborados que describen los procesos de manufactura, indicaciones sobre tarifas y datos sobre las condiciones de trabajo.
Los llamados libros de secretos describen operaciones incidentales o secundarias, como la pintura de cortes. Se publicaron muchos en los siglos XVI, XVII y XVIII para cubrir una demanda de información sobre medicina popular y recetas domésticas de taller. En los tratados de metalurgia hallamos referencias a los métodos para refinar oro y dorar metales. Los libros que explican cómo confeccionar manuscritos describen el uso de panes de oro, tanto para iniciales iluminadas como para el dorado de los cortes. Este dorado de cortes, el primer proceso de encuadernación que se describe por escrito, está presente enDe'secreti del reverendo donno Alessio Piemontese(Venecia 1556-1557), una obra que se tradujo muy pronto al francés, alemán, holandés, danés e inglés.
La publicación de manuales de encuadernación con información detallada sobre el proceso ligatorio completo principia en la Alemania del siglo XVIII. Entre 1741-1753, Christoph Ernst Prediger da a la imprenta en Leipzig Der in aller heutzu Tag üblichen Arbeit wohl anweisende accurate Buchbinder, un manual que describe la confección y encuadernación de libros con tablas con los precios de los materiales, datos sobre la duración de los procesos de manufactura y acerca del coste de cada encuadernación.
A mediados del siglo XVIII, se imprimen manuales que explican los procesos de la manufactura: desde 1765 se imprime laEncyclopédie,de Diderot y d' Alembert, con ilustraciones sobre técnicas y herramientas. Aparecen también los manuales de oficio que sirvieron de base para redactar Description des Arts et Métiers,de la Real Academia Francesa de Ciencias. Las primeras enciclopedias con artículos sobre encuadernación fueron el Dictionnaire universel du commerce,de Savary des Bruslons (1723), y la Cyclopaedia,de Ephraim Chamber (1728). El artículo de Savary aporta el modelo para la redacción de artículos parecidos en enciclopedias británicas gracias a las traducciones de Chabers y Postlethwayt. Pero el texto de Savary obviaba el marmoreado del papel, que sí aparecía, en cambio, en John Evelyn, mientras que el dorado de cortes se describe enArt Treasury, de John White, antes de que se publicara laEncyclopédiey laDescriptionde la Academia Real de Ciencias. Estas dos últimas cubrían todas las ramas de la encuadernación, pero la calidad de sus artículos era desigual: los compiladores no tenían experiencia de primera mano, y mientras algunos se limitaron a copiar artículos anteriores, otros apenas comprobaron la exactitud de sus informaciones. El artículo dedicado a la encuadernación delaDescriptionfue escrito por René Martin Dudin. Fracasado el proyecto de la Academia de describir todos los procesos de manufactura, Dudin reelaboró su descripción de la encuadernación utilizando un borrador de Jaugeon (Description et perfection des arts et métiers) y un manuscrito de Capronnnier Gauffecourt tituladoTraité de la reliure des livres(Lyon 1763). Apoyándose en la experiencia del encuadernador parisino Le Monnier y en láminas de Simoneau,dio a la imprenta un tratado técnico titulado L'Art du relieur-doreur(Paris 1772), donde, siguiendo un discurso muy bien organizado en el que cada materia encontraba su lugar adecuado, describió todos los detalles del proceso de encuadernación y el utillaje. Era un manual que respondía a las pretensiones, manifestadas por Colbert y Louvois, de escribir para laDescription“un tratado en el que la teoría y la práctica se expusieran con claridad y de modo fácilmente inteligible para todos”. L'Art du relieur-doreurse dirigía a las gentes del oficio. Un testimonio contemporáneo demuestra que las diferentes descripciones del trabajo de Dudin se vendían en cuadernillos separados, de modo que cada una de las ramas del artesanado podía adquirir el tratado que le interesaba. Contrariamente a los autores de manuales del siglo XIX, Dudin no propuso nuevas herramientas o procedimientos innovadores. Escogiendo como consejero e informador a uno de los mejores encuadernadores del momento, dio a conocer los sistemas en uso y espoleó a los artesanos anclados en el pasado a perfeccionar sus métodos de trabajo y renovar su utillaje.
Salvo la Description des Arts et Métiersy laEncyclopédiede Diderot, en Francia no se publicaron manuales antes de que Louis Sébastien LeNormand (1757-1839) diera a la imprenta su Manuel du relieur dans toutes ses parties(Paris 1827), frecuentemente reimpreso y traducido con modificaciones hasta al menos 1923, como parte de la Encyclopédie Roret,técnicamente muy competente y con un buen vocabulario de términos profesionales.
Los primeros manuales ingleses son mucho menos detallados: Nathaniel Mishall probó enThe Whole Art of Bookbinding(Oswestry 1811) que los procedimientos que se enseñaban mediante demostración y práctica también podían ser explicados por escrito con competencia y exactitud. Este manual describe el cosido de pliegos, el recubrimiento y la estampación de ornamentos y da instrucciones precisas para la preparación y uso de los pigmentos para colorear los cortes de los libros, teñido y marmoreado de las cubiertas de papel. The Circle of the Mechanical Art (1813) repite literalmente la división de capítulos y parte del contenido de este trabajo de Mishall.
Exceptuando a Emilio Brugalla, los encuadernadores españoles no han demostrado gran interés por escribir sobre su trabajo y las raras veces que lo han hecho no han gustado explicarse en roman paladino, sino que han utilizado un léxico desterrado, secreto, casi borrado del mapa cuyos vocablos, “arquillo”, “cajo”, “ceja”, “chilla”, “embuchar”, “chaquinar”, “chiflar”, “ombligo”, “posteta”, resultan, incluso para el experto, más esotéricos que la onomástica ligatoria que habla con toda naturalidad de “un Grolier” o “un Aldo”. ¿Qué literatura técnica se ha escrito en España en los últimos siglos?
M. Sabrel es autor de unManual completo del encuadernador. Teórico y practico (Barcelona, tercera edición de 1883, cuarta edición de 1911), donde describe el proceso de encuadernación y las máquinas utilizadas en los talleres de Barcelona a finales del siglo XIX. Las operaciones de alzar, satinar, glasear, plegar, coser, encordelar y desencordelar, los modos de jaspear y dorar los cortes, la descripción de herramientas, la preparación de los cortes para el dorado, los tipos de encuadernación (a la bradel, rústica) dan paso, en la sección XV, a lo que su autor llama “encuadernación mecánica”. En 1944 Mariano Monje Ayala considera este trabajo “anticuado para nuestro tiempo”.
Mario Monje Ayala (Bolea, Huesca, 1887, jubilado en 1957), director en los años 1940 del taller de las Escuelas Gráficas de la Santa Casa de la Misericordia de Bilbao, es autor de un Manual del aprendiz encuadernador(Bilbao, 1929), del El arte de la encuadernación (Labor, Barcelona, 1944) y del El arte de la encuadernación (segunda edición ampliada, 1956, Labor, Barcelona), un manual de encuadernación donde explica los conocimientos y operaciones precisas para realizar una encuadernación completa. Es un ejemplo de claridad y sentido práctico. “Al escribir este tratado –escribe Monje- hemos pretendido ordenar metódicamente todo lo que se relaciona con el arte de encuadernar: desde lo más rudimentario, el plegado de los pliegos, hasta lo más delicado y complejo: el dorado de los cantos de las hojas y el dorado artístico de las tapas de los libros”.
El Compendi sobre l’art de d’enquardenaciò, de Emilio Brugalla, editado por Aitor Quiney, transcrito por Santiago Brugalla y traducido al castellano por Albert Vitó (Ollero/Ramos, 2012) a partir de un manuscrito del Fons Brugalla de la Biblioteca de Catalunya, tiene interés para comprender el arte de un encuadernador en ciernes. A los treinta y cinco años, con el taller de la calle Aribau parado a causa de la guerra, Brugalla explica sus logros y nos habla de sus gustos. Lo hace de manera sencilla, olvidándose por una vez de la prosa afectada y enfática de sus artículos más rimbombantes. Se nota mucho que ha leído los manuales de Le Normand, Cockerell, Pagnier, Pio Colombo, Le Bosquet (La reliure, 1894) y Chanat (Manuel pratique, 1924) y sus años de aprendizaje entre 1921 y 1923 en el taller parisino de Alfred Chevalier; también se trasluce en estas páginas cómo aprendió el dorado con Robert Paris, que domina las técnicas del mosaico y sabe cómo ha de restaurarse un libro dañado y cómo conservar uno nuevo. En cuanto a sus gustos de arte, sus explicaciones sobre los estilos plateresco, mudéjar, Grolier, Maioli, à la Duseuil, de los encajes y de los estilos neoclásico, dècoy art nouveau, presagian los revivalso “neoapropiaciones” que llenan buena parte de su obra. Lo más interesante es la descripción del estilo Le Gascon, “el más elegante y sutil, el más delicado, el que mejor responde a la idea de belleza que pueda imaginar la fantasía más rica y elevada”. Los encargos que hicieron al maestro barcelonés los bibliófilos Antonio Carabassa, Manuel Perdigó y Ricardo Viñas, más que los anteriores de Montaner y Casanova en Barcelona, y Félix Boix, Vicente Castañeda y Pedro Vindel en Madrid, prueban que las pericias de Brugalla a la hora de realizar estas encuadernaciones que imitan las cimas señeras de la historia, siempre a la sombra augusta del libro, tuvieron muy buena acogida entre los coleccionistas.
La obra de Cecilo Cámara (Madrid 1932) hoy está olvidada, pero no puede ser ignorada. Fue encuadernador y profesor de encuadernación en la Escuela Nacional de Artes Gráficas de Madrid. Nació en una familia dedicada a las artes gráficas (su padre, también llamado Cecilio Cámara, fue dibujante aguafortista discípulo de Ricardo Baroja), en el taller de César Paumard aprendió dorado y decoración cincelada de cortes y después encuadernó para José Antonio Vallejo Nájera, José Luis Espejo y Eduardo Aunós. Fue autor de tres libros, que han quedado inéditos, donde resume su práctica docente: Encuadernador de mostrador (Programa de promoción profesional obrera, Ministerio de Trabajo, Madrid, 1971), El dorador a prensa, (donde describe y dibuja herramientas como la prensa de dorar, títulos, viñetas, rótulos, geometría aplicada a la encuadernación, filetes, orlas, filetes en las tapas, Madrid, 1973,) y Dorador de cortes(donde trata el pulido, la preparación y el cincelado de cortes).
Presentan interés también los dos manuales escritos por Josep Cambras Riu (Barcelona, junio de1954), un encuadernador vocacional que estudió en l’Escola del Treball de Barcelona durante siete años con Francisco López Rebull y después con Manuel Bueno, desde 1985, profesor titular en la Escuela de Arte “La Industrial”. Encuadernación (Barcelona, Parramón Ediciones, 2003, traducido a ocho idiomas) es una obra sobre la práctica de la encuadernación que compendia más de veinte años de docencia y cuarenta de actividad profesional concebida como respuesta a las preguntas y problemas de bibliófilos y alumnos. Cambras es autor también de Encuadernación. Técnicas decorativas(Barcelona, Parramón Ediciones, 2006), iniciación a las técnicas decorativas de encuadernación y a los procedimientos para pintar papel, confeccionar estuches, cajas de protección y carpetas. En estos dos libros, el encuadernador barcelonés demuestra ser un continuador de las técnicas clásicas del oficio y saber adaptarlas a las nuevas tendencias y materiales de la profesión desarrollando los criterios de los maestros Emilio y Santiago Brugalla, Manuel Bueno Casadesús (1934-2018, Ramón Gómez, el gran especialista español en el arte del mosaico, Miquel Monedero (1945-2016) y Jordi de la Rica (1931) o formando en la enseñanza a nuevos encuadernadores, como Georgina Aspa Vendrell (Barcelona, 1975) o Francisco Lacasta Núñez-Polo (Jaca,1949). Los manuales de Cambras identifican los estilos históricos, presentan los materiales de encuadernación, las herramientas, explican las técnicas del marmoreado (con la colaboración de marmoreado artística Montse Buxó), detallan los pasos para encuadernar libros y los modos de restauración y decoración exterior.
Merecen ser recordados también los manuales publicados bajo los auspicios de Delfín Seral Aranda en la editorial Clan de Madrid. En 2000 se dio a la imprenta El Manual del dorado de libros, obra del escritor y diplomático José Vicente Torrente Secorún (Huesca, 1920-2006), poco después el clásico La Encuadernación japonesa, del maestro artesano Kojiro Ikegami, traducido al español por el encuadernador Eduardo Giménez Burgos, a la sazón conocedor de la ligatoria nipona, y las reediciones en esta misma editorial de los manuales de Sabrel y Monje. Casi en paralelo al libro de Jiménez de Aberastury, acaba de publicarse un Manual de encuadernación de Carlos Vera Carrasco (Ollero/Ramos de Madrid, 2019), que se ha reseñado en la entrada anterior de este blog.
J.L. Checa
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