Encuadernación de arte del taller Galván
Pierre Louÿs
Siguiendo con los ejemplos de relaciones dialógicas entre el texto de un libro y el decorado de su encuadernación, presentamos hoy un trabajo terminado por Antonio y José Galván en el año 1989 que cubre Les Chansons de Bilitis, del poeta decadentista francés Pierre Louÿs . La referencia bibliográfica del libro encuadernado es : Pierre Louÿs, Les Chansons de Bilitis, aguafuertes originales grabados por Édouard Chimot, París, Éditions d’ Art Devambez, 1925.
La edición de Devambez con un dibujo de Édouard Chimot Lille (1880-1959). |
El taller gaditano ha escogido para esta edición un diseño helenizante porque el autor de libro, Pierre Louÿs, finge traducir en este texto los versos de una poetisa griega. Destacamos tres elementos en el decorado del taller Galván (ver foto de arriba):
Encuadernación de los Edward of Halifax con greca |
La encuadernación cita los tonos cobrizos o anaranjados de las antiguas cerámicas griegas decoradas con grecas, vasos, urnas, águilas y con la llamada entabladura dórica. |
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1) Una greca mosaicada blanca (en realidad su estilización déco) situada junto al pie de la mujer. La greca es un motivo ornamental de origen egipcio que se difunde en Grecia durante el primer milenio antes de Cristo. Aparece como marco de encuadernaciones francesas neoclásicas de la década de 1790 terminadas en el taller de Jean-Claude Bozerian, llamado Bozerien l'Aîné (1762-1840), donde acompaña a otros hierros típicos del Estilo Imperio tales como esfinges, liras, urnas y ramas de laurel.
La greca aparece también en encuadernaciones inglesas de la firma Halifax and London (William Edwards (1723-1808) (ver figura arriba).
El taller Galván no ha representado la greca con la rígida solemnidad dórica de los modelos originales,
sino que la ha dotado de contornos suaves, maleables y flexibles dejando contaminarse por el dinamismo expresivo de las curvas. Una falsa greca, también una pretendida encuadernación griega para un falso libro de amor antiguo. Dado que Les Chansons de Bilitis es una falsa recopilación de poesías eróticas publicadas en 1894 en la que Louÿs fingió ser el traductor de los escritos de una joven poetisa griega nacida en Turquía llamada Bilitis que habría vivido en la isla de Lesbos en el siglo VI a. de Jc, nada parece más educado para estos versos que una pretendida encuadernación griega.
Una muestra más del arte del pastiche, una constante en la historia de la encuadernación.
2) Dos figuras femeninas desnudas atravesadas de arriba abajo por la palabra Bilitis en dos gamas de verde: evocan la reivindicación del amor lésbico (la poetisa Bilitis compite con Safo) que domina el libro, la sensualidad que embebe el decadente arte griego de la etapa alejandrina y el parnasianismo literario militante de Pierre Louÿs. La cita histórica ha tenido presente la influencia en el texto de Pierre Louÿs, que es del año 1894, de los descubrimientos arqueológicos de Schlieman en Troya, Micenas y Tirinto (entre 1880 y 1900) . Pierre Louÿs pone en boca de la cortesana griega del siglo IV a. J. C. llamada Bilitis: “Yo sólo sabía vivir desnuda. Tómame, amante mío, tal cual soy: sin ropas, ni alahajas, ni sandalias. Sólo Bilitis pura. El negro de mis cabellos y el rojo de mis labios son naturales. Mis rizos ondulantes a mi alrededor, libres y redondos como plumas”.
3) La tercera fuente de inspiración del decorado de esta encuadernación son las ilustraciones del libro. Les Chansons de Bilitis han inspirado imágenes a numerosos ilustradores de libros, primero a Notor (1926), quien copió cerámicas que vio en el Museo Británico de Londres, después a Jean Lébead (edición de 1930) y Bantziger (edición de 1930) y finalmente, las de esta edición, obra del dibujante francés Édouard Chimot Lille (1880-1959).
Dibujo de Édouard Chimot de Lille |
Los hermanos Galvan se embeben del sensualismo de las ilustraciones de Édouard Chimot, quien ilustró, entre otros libros, con estilo muy parecido Le Spleen de Paris y Les Fleurs du Mal, de Baudelaire, Trois Contes, de Gustave Flaubert, Lady Chatterly's Lover, de Lawrence y La Femme et le pantin, de Pierre Louys.
Dibujo de Édouard Chimot para la cubierta de Las flores del mal de Baudelaire |
La lectura de un poema, decía Valéry, puede dar lugar a múltiples interpretaciones divergentes dado que el texto literario contiene esta multiplicidad en estado virtual, imagen también de su composición errática en el curso de la cual la mente del escritor, antes de empezar su obra, se deja seducir por la infinidad de los posibles. Del mismo modo, mil pensamientos acuden a la mente del encuadernador, infinidad de ideas quedan en suspenso antes de que nazca el decorado más apto para un libro y finalmente solo la ejecución de la encuadernación constituye la encuadernación.
En esta traducción plástica de Les Chansons de Bilitis este resultado final deriva de una recreación. Caso nada infrecuente en el ars ligatoria, pues el encuadernador no suele ser (ni tiene porqué serlo) un exégeta de los textos. Hay excepciones: el decorador de encuadernaciones francés Leroux hizo una pertinente lectura de los campos magnéticos de André Breton. Monique Mathieu leyó plásticamente el mundo poético de André Frénaud. Los Galván, por su parte, han optado por una lectura historicista de segundo grado. No hay cita literal, sino estilización de elementos plásticos y literarios, una estilización que no llega a la abstracción, que tampoco alcanza la afinidad metafórica texto-decorado que encontramos en los decorados á la chevelure inventados por Henry Creuzevault hacia 1950, una serie de líneas doradas onduladas que semejan una tupida cabellera que, virtuosamente dorados por Raymond Mondange sin decepcionar un ápice las terribles exigencias de su maquetista, cubren las cubiertas y el lomo de muchos de los libros encuadernados por este gran decorador francés y que, en encuadernaciones sobre livres de peintre, parecen aludir al sensual trazado curvo de los desnudos de Matisse y Bonnard. Pero la influencia de Creuzevault sí que queda, por otro lado, patente en los hilos de oro del fondo del decorado de los Galván dispuestos en curva.
Decorado "a la la cabellera" de Creuzevault |
La línea curva es una constante en el mundo decorativo de los Galván. La han entendido en muchas de sus creaciones como la negación del geometrismo seco y severo de la encuadernación clásica del Renacimiento (Grolier) y neoclásica (sus encuadernaciones retrospectivas prueban que las conocen bien) al tiempo que expresa la fascinación que siente el taller de Cádiz por un grafismo en todo tiempo dotado de una fuerte expresividad simbólica: en el uso que hace de ellas en el fondo de esta encuadernación, el ritmo prevalece sobre la forma, como sucedía en la ornamentaria celta, y expresa bien a las claras el dinamismo, fantasía, vida, forma abierta y multiplicidad de unas formas en movimiento que la simetría a duras penas acierta a domeñar. Pero la curva es también aquí un homenaje a sus múltiples usos ligatorios: hojas aldinas en punta, baldaquinos barrocos, rocallas sinuosas, al art déco pero en este caso la fuente de inspiración más cercana es el llamado hilo de oro de Thérèse Moncey, una encuadernadora francesa poco valorada en su país pero muy admirada por el fundador del taller Galván.
El célebre decorado llamado "de espiga" inventado por Thérèse Moncey. El sutil hilo de oro de Moncey fue un punto de referencia de muchas de las decoraciones con líneas curvas del taller Galván. |
también una cita de las curvas flameantes e irradiantes de las encuadernaciones proyectadas por el gran decorador francés Paul Bonet, fundador de La Société de la Reliure Originale y uno de los puntos de referencia del taller, que parecen remedar las sinuosidades de la serpiente cuando se encoge antes de empezar a reptar.
Encuadernación "irradiante" de Paul Bonet. |
El análisis del decorado sobre Les Chansons de Bilitis permite, pues, individualizar una acumulación de influencias: el erotismo del texto del Pierre Louÿs, sus sensuales ilustraciones, también el lenguaje de los decorados franceses para encuadernaciones en boga a mediados del siglo XX. Esto es es muy sorprendente en España en unos años en los que apenas han calado las innovaciones de la Reliure originale francesa, que desde París marca entonces pautas en la decoración europea. En unos años en los que el estado corporativo franquista considera la encuadernación un mero oficio, un arte aplicado, y entre los bibliófilos e historiadores de la encuadernación de nuestro país (no hay más que leer lo escrito por Francisco Hueso, Vicente Castañeda y Matilde López Serrano) domina un gusto anticuario, por no decir rancio, todavía anclado en las propuestas retrospectivas de los Rico y Sinobas, Miquel y Planas, Guillermo Antolín y F. J. Cortezo, los diseños de Galván son un caso aislado. Las novedades galas, que son, entre otras, el cubismo de Legrain, el constructivismo de Paul Bonet, el déco de Rose Adler y de los dibujos de Robert Bonfils solo los conoce en Barcelona Emilio Brugalla, uno de los pocos encuadernadores españoles que ha viajado a París (prácticas en el taller de Alfred Chevalier) y que en la Ciudad Condal había tenido en su juventud como profesor al afrancesado Hermenegildo Alsina Munné... pero, sorprendentemente, en Cádiz, una ciudad periférica del todo alejada de los circuitos de la bibliofilia, José Galván Rodríguez (1905-1989) demuestra en estos años que la cubierta de un libro puede ser el lienzo adecuado para desarrollar un arte original completamente moderno.
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