En 1895 Octave Uzanne imaginó “el fin de los libros”, el ocaso de las bibliotecas y su sustitución por una nueva tecnología: las “fonoesterotecas”. En vez de libros impresos sobre papel habría libros fonográficos y en todos los hogares una nueva tecnología, el kinetógrafo, proyectaría imágenes de los libros sobre una pantalla: relatos de ficción en imágenes, ya no haría falta leer. En este grabado de Albert Robida publicado en Contes pour les bibliophiles, de Octave Uzanne, un diablo entrega un fonógrafo Edison a un hombre de libros del Renacimiento frente a una prensa de tórculo. Un siglo antes de que las letras impresas empezaran su peregrinaje hacia el volátil éter digital, este relato bibliófilo de anticipación propone la invención de una máquina que desplaza al libro impreso dejándolo en el pasado.
¿Dejará también el e-book obsoleto al libro impreso? ¿Fin del libro tipográfico? Asistiremos seguramente a una eclosión plena de lo digital en el ecosistema del libro y esto nos obliga a hacernos algunas preguntas. ¿Soportará la cultura del texto viva en nuestros clásicos la presumible y ta visible falta de diligencia en las traslaciones de los textos al nuevo soporte? ¿Será esta cultura del texto la próxima víctima propiciatoria del lenguaje único? ¿Cómo solucionar la desaparición en la lectura digital de los criterios inmediatos visibles y materiales que en el objeto impreso permiten distinguir, clasificar y jerarquizar los diferentes tipos de discurso?
Nuestra percepción de la cultura escrita se ha fundamentado hasta ahora en distinciones claras y distintas que separan con nitidez diferentes categorías de objetos tangibles y visibles relacionados con los textos, entre diversos soportes documentales (carta, diario...). ¿Podrá la lectura digital , que por naturaleza es discontinua y fragmentaria, transmitir tal y como hace el objeto impreso identificado la idea de obra única y entidad singular independiente? Es muy probable que el fin del libro-códice, del libro entendido como objeto físico unitario atado por su encuadernación lleve aparejado la pérdida de la percepción separada y jerarquizada de las unidades textuales independientes que lo conforman.
Pero, como ha escrito Juan Goytisolo, "nadie podrá pasear por ese hermoso jardín que es un armario lleno de libros (Sahrazad dixit), husmear sus estanterías, escoger un ejemplar y hojearlo en el Kindle".
¿Dejará también el e-book obsoleto al libro impreso? ¿Fin del libro tipográfico? Asistiremos seguramente a una eclosión plena de lo digital en el ecosistema del libro y esto nos obliga a hacernos algunas preguntas. ¿Soportará la cultura del texto viva en nuestros clásicos la presumible y ta visible falta de diligencia en las traslaciones de los textos al nuevo soporte? ¿Será esta cultura del texto la próxima víctima propiciatoria del lenguaje único? ¿Cómo solucionar la desaparición en la lectura digital de los criterios inmediatos visibles y materiales que en el objeto impreso permiten distinguir, clasificar y jerarquizar los diferentes tipos de discurso?
Nuestra percepción de la cultura escrita se ha fundamentado hasta ahora en distinciones claras y distintas que separan con nitidez diferentes categorías de objetos tangibles y visibles relacionados con los textos, entre diversos soportes documentales (carta, diario...). ¿Podrá la lectura digital , que por naturaleza es discontinua y fragmentaria, transmitir tal y como hace el objeto impreso identificado la idea de obra única y entidad singular independiente? Es muy probable que el fin del libro-códice, del libro entendido como objeto físico unitario atado por su encuadernación lleve aparejado la pérdida de la percepción separada y jerarquizada de las unidades textuales independientes que lo conforman.
Pero, como ha escrito Juan Goytisolo, "nadie podrá pasear por ese hermoso jardín que es un armario lleno de libros (Sahrazad dixit), husmear sus estanterías, escoger un ejemplar y hojearlo en el Kindle".
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